Emociones y Música en las calles de la semana santa de Cieza.
Este blog surge de la idea de relacionar ciertas marchas procesionales con determinadas calles o momentos de la semana santa de Cieza. Y la descripción de esa relación y sus emociones
Quizás la luz anaranjada y malva, que recorta los
atardeceres de abril;tras la inhiesta
casa de las Delicias fuese testigo acrisolado de la mañana de 1896, que sesgó
la vida de un joven Barrau. En un vapor, con destino la muerte.
Mientras Picasso pintaba su autorretrato, Cézanne
inmortalizaba el lago de Anney, o Visitación Aguado inundaba de la nueva luz
eléctrica la angosta e interminable calle Larga.
Lejos, muy lejos, donde Trajano encontró su nacimiento, casi
por decisión propia, como todo en su vida, Gómez Zarzuela descomponía en
girones de papel mojado ``Virgen del valle´´ dejando paso después a un roznido
estirado y vital, a mas agua, a llanto de su madre y del tiempo.
El cual puso esta marcha en la Plaza Mayor para los
``Azotes´´, que casualmente estrenaban ese lejano 1896, su nuevo y dorado
trono; la calle Larga, la vida, la muerte, una caja recortando el tambor, o el
cadencioso mecer de la flauta travesera, testigos indudables de la
desesperacióny de la esperanza, o el
sol, que se levanta con la mano para quemar el horizonte, el fuego que arde y
no se consume, el flagelo y la espina o las lunas, siempre las lunas; todas las
lunas.
Cieza mirando sin tiempo, partiendo Cadenas con las manos,
desató lo gordiano, para que el Cid, supiera beber de los odres nuevos de una
Parra, que enmudece con el sabor de una noche de miércoles santo, asaetando
``Virgen del Valle´´ en los Mesones que saben a negro y rojo.
Que me puede transmitir esta marcha, mucha sentimiento y
emoción, pues es una marcha que he visto su evolución. Para mi no es una marcha
cualquiera, es MI marcha, mi marcha porque cada vez que la escucha me traslada
a la calle Cánovas del castillo y veo a esta madre en su amargura entrando para
llegar a su casa, a la casa museo, se acaba el viernes santo, cristo está
muerto y ya está en su sepulcro que viene por detrás en su cama tan bonita.
Me viene a la mente el año de su estreno en el pregón 2013,
gracias a mi amigo José Ángel por permitirme introducir la marcha ese año. Acompañado del compositor, y su familia, muy
nerviosos todos, pues era el estreno de la marcha en sí, las manos me sudaban y
comenzó a sonar, miré a mi amigo José y le dije gracias por crear esta
maravilla. Llego el viernes santo con la entrada de la Amargura y empezó a sonar
la marcha por la Calle del Barco para acabar en Cánovas del Castillo, y cada
vez que la escucho me traslada a esos dos momentos. Siempre estaré agradecido a
mi amigo, por esta bella composición. GRACIAS
Es una marcha que transmite
muchas emociones pues tiene pasajes para todo, como nos comenta su compositor a
continuación, José Vicente Vivo nos escribe sobre la marcha este es su escrito:
“Nuestra Señora de la Amargura” es una marcha
de procesión dedicada a la Cofradía de la Santa Verónica de Cieza y a su bella
imagen, creada por Francisco Romero Zafra en 2009 y que da nombre al título.
A su vez, va dedicada a Mariano Caballero
López, uno de los miembros de la directiva desde 1995 hasta 2004 y padre de
Ricardo Caballero Pérez, la persona encargada de impulsar esta ilusión.
La marcha, con un tempo que favorece un paso
tranquilo y pausado, comienza con tres notas que van desarrollándose y
desplegándose en una melodía noble y sincera que describe el rostro de la
imagen.
Dichas notas conducen el discurso melódico
hacia un momento enérgico y firme, recuerdo de la valentía y coraje de su hijo,
Jesús. Una ilusión fugaz que se desvanece volviendo a la más cruel realidad.
La segunda parte de la marcha se desarrolla
con una elegante melodía que reposa en notas de larga duración, donde la
armonía y contrapunto se pasean entre ellas creando breves disonancias que se
resuelven provocando un pequeño juego de tensión-relajación. Un discurso manso
y sereno que, a pesar del dolor y sufrimiento por la muerte de su hijo,
conforta y ampara su alma sabiendo que siempre vivirá en su recuerdo.
Aún así, el instante en el que un quinteto de
metales (trompetas, trompa, trombón y tuba) se cruzan sus melodías iniciadas
con las tres notas del inicio se insinúa que todavía queda esa retentiva al
dolor y sufrimiento.
Multitud son las
marchas que, desde que la primera banda de música acompañó a un paso en Semana
Santa, se han compuesto para acompañar nuestras procesiones. Para que el lector
se haga una idea, la base de datos de la plataforma “Patrimonio Musical” tiene
recogidas unas 5.218 obras (incluyendo marchas originales para banda de música,
adaptaciones y arreglos), todas ellas realizadas entre 1860 aproximadamente
hasta el día de hoy. Sin embargo, en ese maremágnum musical, enclaustrado en
las cinco líneas del pentagrama y escrito con sangre directamente del corazón,
son pocas las marchas que han llegado al “Olimpo”, perdurando en la memoria del
procesionista durante décadas.
Estas pocas
escogidas, esos pilares fundamentales de la música procesional, son esas marchas
que es difícil encasillar en un estilo o zona geográfica, pues son ya
patrimonio de todos los cofrades, sin tener en cuenta nacionalidad o cofradía.
Tanto es que, aunque a veces parecen eclipsadas por las modas que van
surgiendo, se mantienen inalterables e inalteradas a través de los años.
Incluso podríamos llegar a decir que sin sus acordes no sería Semana Santa.
En esta quinta
cuaresma que escribo para este blog, quiero cambiar la tónica de mis artículos.
No hablaré (casi) de sentimientos. Hablaré de una marcha y un lugar que parecen
hechos la una para el otro, recuperando el espíritu de la idea original de este
blog. También saldré en defensa de esas marchas que poco a poco van cayendo en
el olvido y, sin embargo, bajo mi punto de vista, la Semana Santa sería menos
Semana Santa sin ellas. Por eso comenzaba hablando de las grandes marchas de
todos los tiempos, las altamente laureadas y, por el continuo uso, casi
desgastadas y poco a poco descatalogadas. Virgen del Valle, Cordero de Dios, El
Héroe Muerto… todas ellas forman parte del listado de peligro de extinción
(prueba de ello es que, en este blog, nunca se ha hablado de éstas), pero no
son estas las elegidas para hablar en esta ocasión (de la cual tampoco se ha
hablado nunca en este foro).
La marcha de la
que vengo a disertar es el himno del Viernes Santo en la Mañana, el canto de
una corneta hecho partitura, el Vía-Crucis convertido en música. Tan sólo
escuchar su primer acorde, la realidad se desvanece en nuestra consciencia y la
mente nos transporta a la Mañana de las Mañanas: a la Procesión del Penitente,
con la dorada Cruz del Nazareno reluciendo al Sol pasional. “Nuestro Padre
Jesús” de Emilio Cebrián.
Marcha sobre motivos andaluces indica el autor
bajo el título, dedicado a Nuestro Padre Jesús Nazareno “El Abuelo”, Señor de
la Madrugá Jiennense. Y no miente. Los motivos melódicos, las armonías, toda la
marcha respira esencia andaluza, hasta el punto de incluir parte del “Himno a
Jaén” (obra del mismo Cebrián) como contracanto al trío. Sin embargo, hace
mucho que dejó de ser patrimonio exclusivo de Jaén, que en la noche del Jueves
al Viernes Santo late a su son, para convertirse en la perfecta descripción
musical de Jesús con la Cruz a Cuestas, sin importar el lugar por el que
camine.
Es esta una composición
llena de fuerza, que describe el pesado caminar del Nazareno bajo el peso de la
Cruz, con el asfixiante sol de la mañana primaveral que lo vio morir. Su tutti
central es una de esas bandas sonoras antológicas que todo cofrade sabe
tararear. El potente uso de los metales, combinado con las delicadas
intervenciones de las maderas la convierten en un modelo a seguir por cualquier
compositor cofrade que se precie. Todo ello, en nuestra ciudad de Cieza, sólo
puede tener un escenario. Debe sonar en un lugar donde la tradición y la
modernidad se fundan, un lugar con una larga historia a sus espaldas y con
mucha historia por escribir, no tan cerca del arranque de la carrera para no
hacerla pesada prematuramente y no tan avanzado el recorrido que el cansancio
haga insoportable el peso añadido de esta marcha. Además, debe ser un lugar
amplio, que pueda albergar toda la intensidad de la obra y donde luzca el sol
con fuerza, para recalcar más su sentido. Sólo hay un lugar que cumpla todos
estos requisitos: la Esquina del Convento.
Para mí, escuchar
esta marcha significa volver a la niñez, a aquella época en que el sonido de
las puertas de persiana de “La Cochera” hacía que saltara del sofá para
plantarme en la calle Cánovas del Castillo; a esa época en que, sin móviles ni
internet, había que hacer copias de las cintas de casette de marchas y de las
grabaciones del Telered para no destrozarlas al rebobinarlas mil veces; a esa
época en que el repertorio musical se reducía a las composiciones de Gómez
Villa la noche de Miércoles Santo, las cornetas secas de los armaos, a Mektub,
Mater Mea y Pescador de Hombres en el Santo Entierro y a Nuestro Padre Jesús la
mañana de Viernes Santo. Es precisamente a una imagen de una vieja grabación en
VHS de Telered a la que me remite esa marcha, pues con esa grabación aprendí el
nombre de una de las grandes marchas de la historia. Procesión del Penitente de
1996, Esquina del Convento: La Flagelación (si, los Azotes salían Viernes)
hacía su entrada a la popular plaza con el tutti central de esa marcha y mi
Padre me decía: Esa que suena es “Nuestro Padre Jesús”.
Comenzaba
una nueva Semana Santa y con ello una nueva para mí. Pero no iba a ser una
semana como la de años anteriores, esta Semana de Pasión iba a ser diferente
debido a que tendría la oportunidad de salir y poder llevar entre mis hombros a
la Santísima Virgen de los Dolores.
Desde
pequeño he disfrutado de la Semana Santa de Ávila, pero desde hace un par de
años me he ido involucrando en la Semana Santa ciezana, desde los primeros
traslados de tronos antes de Viernes de Dolores o los ensayos con la Banda de
música. Pero una procesión que siempre había visto antes de marcharme era la de
“la Dolorosa”, y un sueño era salir con ella.
Llegó
ese día y después de tanto tiempo, mi sueño se cumplía. “La Dolorosa” salía por
la puerta y con ello comenzaba la Semana Santa de 2017. En el primer tramo no
cargaba con ella, pero con mi túnica puesta esperé a que el trono llegara al
relevo para hacer el cambio. Se palpaban los nervios en mi cuerpo y al final
llegó el momento, cargué con la preciosa imagen del escultor murciano González
Navarro.
Pasaron
los primeros cien metros y de pronto sonó “Crucifixus”, mi otra debilidad. No
podía creérmelo. Esta marcha del compositor cartagenero José Alberto Pina me ha
transmitido mucha paz, una marcha que evoca al sufrimiento de Jesús en la cruz,
pero no es dolor, sino sacrificio por todos nosotros y sobretodo amor.
El
lento andar del trono con la bellísima melodía de esta marcha hicieron que el
principio de la calle Angostos fuera un regalo para mí, un sueño hecho
realidad.
Por fin ha llegado el día, ya estamos de vuelta, y con ilusión como cada año de recibir vuestros escritos, por publicar y que la gente conozca marchas de procesión y lo más bonito todavía escribir sobre los sentimientos, sobre las emociones que nos evoca, sin duda alguna una bonita iniciativa, que hoy comenzamos. Comenzamos con un hermano dormí Antonio José Contreras Marín y su escrito sobre Penitente Ciezano.
Aunque ya se estrenara el año pasado, pienso que va a ser la mejor novedad de este año en cuanto a repertorio musical.
Viernes Santo, procesión del Penitente; el señor de La Caída asoma por la adoquinada e irregular calle del Paseo, con esa mirada desgarradora hacia el cielo, pidiendo clemencia a lo inevitable, resignándose ante el inminente final. Los rayos del Sol parecen iluminar más todavía el dorado del majestuoso trono, llenando de solemnidad y respeto esa escena única en nuestra Semana Santa. Parece que esta marcha te traslada a ese momento, como si el tiempo se detuviera por unos minutos. Cierras los ojos, te apoyas en el hombro del compañero de vara, queriendo transmitirle los sentimientos que te afloran en esos instantes: de agradecimiento por toda una semana acompañándote, de gratitud por los momentos vividos y de felicidad por ver que un año más, a pesar de todos los contratiempos, habéis podido coincidir de nuevo en esa vara, repartiéndoos la dura carga que es la vida por igual. Abres de nuevo los ojos, miras a un lado, contemplas a la gente boquiabierta y respetuosa ante lo que ven sus ojos, e inmediatamente los vuelves a cerrar, quieres vivir ese momento en la intimidad que te da portar un paso. Recuerdas a tus seres queridos, a los que tan mal lo están pasando en esos duros momentos, pero que a la vez están cerca tuyo de una manera u otra. Recuerdas a los que ya se fueron físicamente pero no en espíritu, y los abrazas fuertemente desde la distancia, les regalas todo tu amor. Sin quererlo el corazón empieza a latir más fuerte todavía, los ojos comienzan a brillar de la emoción y los sentimientos vuelven a aflorar. La marcha está llegando a su fin y sin quererlo esos 4 minutos han pasado demasiado rápido y te saben a poco. Pero aún queda la última "levantá" de vara ante la subida de la marcha en su final, para que el trono nunca roce el suelo y luzca en todo su esplendor, con la fuerza sacada desde el corazón y en recuerdo a todos tus seres queridos, a todo cofrade que siente lo mismo que tú, a tus compañeros de locura. Por que la Semana Santa es eso, locura, bendita, pero en definitiva, locura.
Santa María Salomé (José Gómez Villa) – Calle Santo Cristo. Por Antonio Jesús Hernández Alba
La mañana se levanta luminosa, radiante, llena de vida, exultante de alegría, pues Cristo ha resucitado. Es domingo, las calles están semidesiertas a esta temprana hora, el pavimento reluce con la cera acumulada de estos días. El olor a caramelos, tortas de pan dormido y flores perfuma cada rincón del Casco Antiguo. Cieza, poco a poco, se despierta al Día de la Vida Nueva, venciendo el sueño cuaresmal, despertada por los sones de bandas de música que van buscando, por última vez, la Casa de los Santos.
Por una calle suena “El Ángel Triunfante”, llegan los Dormis, por otra suena “San Juan”, “La Tuna Pasa” por Juego de Bolos, sale la Magdalena, y, en la Placeta del Santo, “Virgen del Amor Hermoso”. La Alegría de Jesús Resucitado invade y colma nuestro alma, los pasodobles restauran nuestras fuerzas, desgastadas de esta Semana, y volvemos a la Esquina del Convento para celebrar el culmen de esta Bendita Locura, lo que hace que Cieza sea Cieza: La Cortesía.
El Paseo es testigo de nuestros afanes por alargar nuestra pasión, que son las procesiones, bailando los pasos, riendo, cantando, saludando a las esquinas con giros. Los Santos bailan, los caramelos vuelan de Salvador Seguí a Buen Suceso y el Sol, con su luz divina, nos bendice al llegar a la Plaza de España. Sin embargo, al llegar a la Calle Angostos, al volver a las umbrías calles del casco histórico, la alegría se va trocando en nostalgia, pues bien sabemos que, al llegar a Cánovas del Castillo, todo habrá terminado y un año entero restará para volver a vivir tan plenamente.
Es aquí donde nos encontramos, en la Calle Santo Cristo, prólogo del final, donde los tronos parecen remolonear, intentando retrasar lo inevitable. En años pasados quise hablar de mis experiencias como músico y compositor, también de esos momentos únicos que sin música no serían lo mismo. Esta vez hablaré de mi vida como parte de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Resguardado ya el Resucitado en la Casa de los Santos, salgo corriendo hacia la “esquina del cura”, en la calle de la Tercia, pues queda muy poco para que llegue la reina de mi hermandad. Una corte de túnicas negras acompaña a la Madre del Apóstol, su florido trono guarda un lugar en sus varas para un músico que se apresura en cargar con Santa María Salomé. En la calle Santo Cristo, la banda corta y comienzan a sonar los acordes del primer pasodoble que compusiera el maestro Gómez Villa, dedicado a ésta popular Santa. Esta composición, a imagen y semejanza de los pasodobles del Maestro León, tiene un sabor agridulce, entre la alegría de la Pascua y la añoranza de lo que acaba, un tinte nostálgico acorde con esta umbría calle.
Representa para mí “La Salomé” la banda sonora del último momento, de la última oportunidad de llevar un trono sobre mí, de disfrutar de la Semana Santa junto a mi hermandad. Aunque disfruto sobremanera como músico, tocando con mi banda, echo de menos el tacto del terciopelo, el calor del relevo, el frío metal del báculo, férreo sostén en las tardías horas de penitencia y el dulzor del caramelo al dárselo a ese niño que, con carica ilusionada, cierra su mano infantil en torno al sencillo presente.
No cambiaría mi faceta de músico por nada, vivir la Semana Santa tras los pasos, solemnizando los desfiles con la música, es una de las más grandes experiencias que he vivido y, probablemente, jamás viviré. No obstante, siempre queda ese sentimiento de añoranza por lo que podría haber sido y no fue, y por una semana que ya se acaba, un sentimiento que se aviva cada vez que, en la Calle Santo Cristo, un Domingo de Resurrección suena “La Salomé”.
Hossana in Excelsis (Oscar Navarro) – Camino de Madrid Por Joaquín Caballero
Como de costumbre, no puedo faltar a la cita de expresar cada año (y ya van cuatro) todas aquellas emociones y vivencias que para mí supone la marcha procesional, por eso quisiera agradecer nuevamente a Pascual López que haya seguido con esta iniciativa, la cual no solo no ha perdido incredibilidad sino que desde el principio ha sido y será una propuesta meramente interesante para todos los amantes entusiastas de nuestras procesiones.
Como todo Ciezano, profeso una gran fe a la bendita imagen del Santísimo Cristo del Consuelo, el “Santo Cristo” de todos, es por ello que todos los Domingos de Ramos por la tarde subo a su Ermita para poder acompañar al cristo desde mi humilde devoción en la labor de andero, gustosamente y hasta la fecha la Cofradía me lo ha permitido, cosa que es de agradecer. Pero hablando de todo un poco, cualquier procesión, traslado, pierde sentido sin la música, la música ameniza el momento, expresa lo realmente vivido incluso elevándolo a veces a lo espiritual y trascendente, para que desde lo más profundo de este hecho podamos conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
La marcha Hossana in Excelsis de Oscar Navarro, es interpretada por la Banda Municipal de Cieza cada Domingo de Ramos en el Camino de Madrid, siendo el mejor momento elegido, pareciendo predestinada para ese momento. Hossana in Excelsis significa “Alegría en las Alturas”, marcha elegante, armoniosa, que no expresa el sentido fúnebre de las llamadas “clásicas” sino que su melodía nos invita a que después de la muerte está la vida. Por eso cuando escucho esta marcha siempre me llega a la memoria la imagen del Santísimo Cristo del Consuelo, aunque se nos presenta un Crucificado muerto, su rostro está iluminado de vida, advirtiéndonos que su resurrección esta próxima, y sobre todo recuerdo el Camino de Madrid, donde miles de personas acompañan al misterioso imán, cuya realidad expresa la verdadera alegría en las alturas.