lunes, 15 de febrero de 2016

Via-Crucis, del Pretorio al Sepulcro - Calle del Cid.

Via-Crucis, del Pretorio al Sepulcro (Antonio Jesús Hernández Alba) – Calle del Cid. Por Antonio Jesús Hernández Alba

Una año más, el frío febrero nos abre las puertas de la cuaresma, trayendo al recuerdo mil momentos de ensueño cofrade. Y un año más vuelvo a este blog, a colaborar con esta iniciativa que tanto admiramos y apoyamos los semanasanteros.

Esta vez, la tercera para mí, se me ha presentado una gran dificultad a la hora de escribir pues 2015 fue un año pleno de experiencias y recuerdos de música procesional. Sin embargo, era inevitable que la elegida fuera esa marcha cuyo nombre llevo grabado a fuego en la memoria y el corazón. Se trata de “Via-Crucis, del Pretorio al Sepulcro”, mi ópera prima, mi debut absoluto en el mundo de la composición.

Surgió hace ya tiempo en mi la inquietud de componer, y componer algo que sonara en nuestras calles y plazas durante esa semana que llevo prendida al alma. En su origen, la marcha iba a estar dedicada a Santa María Salomé, la hermosa Santa que pone un punto de serenidad a la desconsolada noche de Viernes Santo. No obstante, cuando me acercaba ya a las últimas etapas de su composición, me di cuenta de que había volcado en ella un significado mayor que el de un mero personaje de esta historia. No quiero decir, ni mucho menos, que haya llegado a la altura de los grandes maestros de este género musical, aún me quedan muchas lagunas que llenar en mi aprendizaje; pero, a mi parecer, he conseguido transmitir un mensaje a través de la música.

Sigue esta marcha el típico esquema estructural de las obras de Gómez Villa. Comienza con una fanfarria de metales que introducen el fúnebre tema, respondida por un lúgubre eco: comienza el camino del Calvario. El tema, desarrollado por la madera, va creciendo hacia el “tutti” central de la misma forma que Cristo va avanzando hacia la cumbre, llegando con la tensión de este segundo tema, desarrollado ahora por los metales, hasta el lugar de la crucifixión, dando un último respiro de paz antes de la Muerte. Vuelve a sonar la llamada de las trompetas, anunciando la muerte del que es la Vida, ahora todo es quietud y serenidad en el sepulcro. La trompeta y el saxo dialogan sobre estos hechos, preguntándose si esto es el final. Pero no, aún queda la esperanza, Cristo resucitará con ese “tutti” final que reúne este último y dulce tema.

Fue el Miércoles Santo en la calle del Cid y en la calle Cadenas donde sonaría por primera vez para el público. Los nervios del momento y los “problemillas del directo”, como se suele decir, no me dejaron disfrutar del momento ni darme cuenta, como me doy ahora al volver la vista atrás, de que era algo mágico. Es una marcha, si, y para nada mejor que muchas otras, pero es una obra a la que había dedicado muchas horas de trabajo y en ese momento el Santo Cristo, principal devoción de los ciezanos, se mecía con su majestuoso paso al son de algo que yo había creado, y eso es lo maravilloso y mágico, y lo que hace que me estremezca cada vez que lo recuerdo.

Nunca podré dar suficientemente las gracias a mi director por confiar en mí y darme la oportunidad de estrenarla, y de escucharla y tocarla en procesión hasta cuatro veces esa Semana Santa.

Sólo queda ya despedirme y desearos que la disfrutéis tanto como yo lo hice al realizarla. Sin más, y esperando con ansia el Domingo de Ramos, se despide un servidor.

Antonio Jesús Hernández Alba.


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