lunes, 14 de abril de 2014

Al señor de Sevilla (Abel Moreno) - Plaza Mayor

Al señor de Sevilla (Abel Moreno) - Plaza Mayor. Por Justo Ruiz López

Que mejor forma de comenzar esta pequeña narración que sincerándome sobre mi primer pensamiento a cerca de esta marcha y esta procesión de lunes santo.
Hablare en lo sucesivo sobre la marcha y la procesión como un conjunto inseparable.

Pues eso, siendo franco no me parecía adecuado incluir en nuestra Semana Santa tronos e imágenes tan propias de la Semana Santa andaluza, exceptuando algunos matices ya arraigados en nuestras procesiones, como el palio de la virgen de gracia y esperanza y algún que otro detalle que se me escapa nombrar en este momento

Aún con todo esto mi corazón semanasantero me hacia ver esta procesión esquina tras esquina, hasta llegar a la plaza del ayuntamiento para ver regresar al Cristo de la sangre a su deslumbrante capilla.....

Hasta que pasados tres años le pedí a mi tío Pascual Pérez Sánchez "El Lagarto", al cual le quiero dar las gracias por adelantado, el gran favor de prestarme su túnica de María Magdalena para poder vivir, in situ, la experiencia de lo que tan en contra estaba en un principio, tenía curiosidad por saber lo que se sentía en una procesión tan única y reciente en nuestra Semana Santa y de la que no era del todo partidario.

Tuve qué tragarme mis palabras y mis pensamientos cuando me enfunde la túnica azul y el gorro rojo sangre de la hermandad, y me dispuse junto con los demás anderos a sacar al Santísimo Cristo de la sangre por la puerta principal de la basílica de la Asunción, para procesionar por las calles de Cieza, pero esto no era todo, lo mejor estaba por llegar.....

Y llego simple y llanamente con el último toque de caja previo a la primera nota de una marcha colosal, y tan idónea para la ocasión como la que en este pequeño artículo me refiero ( Al Señor de Sevilla.

No era dueño de mis sentidos, no podía expresar con palabras lo que sentía en ese momento tan mágico en el que se fusionaba; la noche de lunes santo, la imagen del santísimo Cristo de la sangre rodeado por rosas rojas y amparado por la mirada triste de su ángel, y la gran melodía del maestro Abel Moreno Gómez inundando la plaza del ayuntamiento de pasión y solemnidad......

Aquello de lo que tan reacio era en sus inicios, duro cinco penitentes y maravillosos años, pero durara eternamente en el pequeño rincón semanasantero de mi corazón.

Para despedirme, ánimo a todos los lectores que intenten vivir lo que he descrito con anterioridad, y sobre todo que no dejemos de cuidar año tras año algo que nos hace únicos a los ciezanos.....

Nuestra Semana Santa

Justo Ruiz López

viernes, 11 de abril de 2014

Virgen de la Piedad (José Antonio Molero Luque) - Calle del Cid

Virgen de la Piedad (José Antonio Molero Luque) – Calle del Cid. Por Enrique Centeno

Una tarde cualquiera, quizá de esas que se aburren en el inmenso calor del verano huertano. No sabe ya uno cómo escapar de la molicie, divagando entre mil tareas pendientes y la distracción de cualquier ráfaga de pensamiento. Y de pronto nos descubrimos a nosotros mismos buscando entre los archivos de audio del ordenador hasta que damos con un nombre y la habitación se llena de música.

Entonces todo desaparece: el calor, la modorra, la incertidumbre. Todos nuestros sentidos se activan de forma casi mágica, diluyendo el espacio que nos rodea en una realidad soñada que termina pareciendo más auténtica que la materia y el tiempo que nos corresponde. Es de noche, corre una brisa suave de primavera joven, estamos en el casco antiguo, que bulle con nerviosa expectación. Las aceras hierven de vecinos y visitantes, y los nazarenos van punteando su cera por la calle del Cid, ese arroyo castizo que mana desde la Plaza, por el que viene dejándose caer hacia Parra… la Virgen de la Piedad. Es Semana Santa, es Viernes Santo y Cieza sabe a Cieza, hoy más que nunca.

Por eso me gusta tanto la música de Semana Santa. Un género limitado, sí, un género que difícilmente puede satisfacer el gusto de los melómanos irredentos –entre los cuales no me cuento- un género repetitivo, un género muy condicionado… pero qué importa. Su potencial evocador es inmenso, colosal. Suena una marcha de Semana Santa cualquier día, a cualquier hora, en cualquier sitio… y al instante es convocado el sinfín de sensaciones y sentimientos que definen las procesiones para aquellos que las aman intensamente. No es música sacra, en verdad. No es una música que habla directamente de Dios y de la Redención de los hombres… No, eso lo hacía Bach. En cambio Dorado, Cebrián, Gómez Villa, Sanmiguel y compañía nos hablan directamente de Semana Santa, de procesiones, de túnicas y capirotes (¿se puede hablar en Cieza aún de capirotes sin que se enfade nadie?), de flor, de cera, de Cristos sangrantes y de Madres doloridas, de túnicas sudadas que rezuman frío en la madrugada, de penitencia callada y solitaria con el báculo, y también de cofrades que inmolan media vida para que este año las procesiones se luzcan como nunca. Las marchas de Semana Santa nos cuentan todo eso y muchas más cosas, a cada uno las suyas, ligadas a sus experiencias, sus recuerdos, sus entrañas. Mil historias íntimas que solo podemos compartir con aquellos que sienten y vibran igual que nosotros. Esa es la belleza de este blog: aquí todos hablamos un mismo lenguaje de emoción y sentimientos. Aquí nos entendemos todos. Aquí podemos compartir algo de nuestra intimidad porque sabemos que quien nos lee va a agradecer que compartamos esa intimidad y la va a cuidar con cariño. Gracias, Pascual, por este regalo.

En realidad, por todo esto es también por lo que me gusta tanto la marcha “Virgen de la Piedad”, de José Antonio Molero Luque: por su tremendo potencial narrativo, por la concreción de su discurso. Porque, en definitiva, siempre me ha parecido un homenaje a la Semana Santa, más allá de la Imagen a la que está dedicada.
Cuando mi amigo José Ángel García (responsable de que yo esté aquí, utilizando el término “aquí” en más de un sentido) se puso en contacto con Molero, su marcha “Pasa la Soledad” había conquistado a los procesionistas ciezanos, que la consideraban –la siguen considerando- uno de los regalos con los que se podía uno encontrar en cualquier esquina cuando el tambor da la entrada y los músicos alzan sus instrumentos.
Recuerdo aquel verano de intercambio de mensajes y archivos midi entre el músico y el Secretario de la Cofradía, de los que generosamente se me iba haciendo cómplice, y también recuerdo cómo José Ángel supo prender con su ilusión el interés y la dedicación de Molero, que fue añadiendo a su seria profesionalidad las ganas de complacer a aquél ciezano que no paraba de hacerle partícipe de un sinfín de aspectos (principales, secundarios y hasta anecdóticos y humorísticos) de aquella Semana Santa lejana y de sus gentes. A la altura del mes de septiembre, cuando el compositor entrega por primera vez una instrumentación digitalizada completa, ya estaba claro que acababa de escribirse una página deslumbrante de la historia musical de la Semana Santa de Cieza. Era solo cuestión de esperar un par de meses para que la batuta de Francisco García Alcázar –músico de genio y músico genial- terminara de formular el sortilegio mágico en el día de la onomástica de La Piedad.

No soy músico, y no puedo hablar de las virtudes o características de una marcha, sólo de lo que me transmite, de lo que me sugiere. Y en este sentido, esta pieza siempre me ha emocionado por su evolución emocional, por la forma en la que se desata la voluntad inicial, claramente vinculada al encargo de la Cofradía, para terminar hablando de algo distinto, que solo puede explicarse en ese vínculo de complicidad que se estableció rápidamente entre los dos pepes, José Antonio y José Ángel. Una marcha que empieza hablando de la Procesión del Entierro y de la Virgen de la Piedad, pero que termina hablando de la Cofradía, de los Cofrades, y de nuestra pasión por la Semana Santa.
El inicio de la marcha es todo lo fúnebre que puede esperarse de una marcha de Viernes Santo: severa, con esas campanas que tocan a difunto. Se le había insistido a Molero en el tipo peculiarísimo de Imagen que es La Piedad de Capuz, y el profundo cariño que despertaba en los cofrades de la Agonía: de ahí la naturaleza del primer tema que se expone después del inicio, muy poético, lánguido, de una amargura acunada con dulzura, como el abrazo de la Madre. Una melodía que aún en su más vibrante segmento, con la plenitud instrumental que caracteriza a Molero, no deja de acompañar ese llanto a punto de reventarse en el rostro de la Virgen, el instante sublime que detuvo para siempre la gubia del inolvidable valenciano.
La marcha cambia entonces de signo, se amansa y se contiene, y poco a poco el segundo tema va tomando forma de oración, dejando atrás el componente nostálgico en pos de una creciente espiritualidad, reflexiva y reposada. Pero cuando parece que la marcha va a ir a morir deshaciéndose en la paz del silencio, la oración descrita por la melodía comienza a elevarse, subiendo el tono de voz hasta romper en una súplica vibrante, dialogada en un tono procesional muy apasionado, que parece capaz de abrir la noche en canal para llenarla de luz y de esperanza.
El remate de la marcha es imponente. Cuando parece que está todo resuelto con este tercer tema, la épica aparece en los últimos segundos con una fiereza de portentosa rotundidad, con el metal y la percusión echando abajo las puertas de la gloria ante el asombro del mundo. Un final que, por supuesto, eclipsa por completo la modestia de la imagen de la Virgen de la Piedad, pero es que Molero ya no nos habla en este final de la Virgen de la Piedad. Molero está haciendo un homenaje a todos los que hacen, a todos los que hacéis posible la Semana Santa. Cuando la marcha (habitualmente la primera que se interpreta por la banda esa noche) alcanza este punto, el trono de la Piedad ya avanza por las estrecheces de la calle del Cid, que revientan con este furor musical que va contando a los cuatro vientos que ya está, que ya es noche del Viernes Santo y la procesión está en marcha, que el final de todo esto se acerca, que una vez más lo habéis conseguido, que una vez más habéis hecho posible lo imposible. Un cántico de homenaje a ese sinfín de horas que de abril a marzo van amasando los cofrades del Cristo de la Agonía, y de todas las demás Hermandades, escamoteadas a su descanso, a su familia, a su tranquilidad y hasta a su salud para volver a echar los Santos a la calle, para volverle a contar a los ciezanos y al universo entero la Historia de la Redención de la forma más bella que se pueda concebir.

Pasarán los años y los siglos, y otros Centenarios y aniversarios de toda índole vendrán cuando todos nosotros nos hayamos ido y no quede más recuerdo de lo nuestro que la pervivencia, si Dios quiere, de este maravilloso legado que es la Semana Santa. Así debe ser, así ha sido siempre. Y entonces un niño, uno de tantos que fueron y serán, asistirá asombrado desde su acera del Cid al paso de la Procesión del Entierro. Sonará Virgen de la Piedad y escuchará sin mover un músculo esa creación musical que conservará inmaculada toda su belleza… sin saber que le están contando la historia de un lejanísimo verano en el que un músico malagueño se contagió, a cuatrocientos kilómetros de distancia, de la bendita locura de un cofrade ciezano.

Enrique Centeno

jueves, 10 de abril de 2014

El Cristo del Perdón (José Gómez Villa) - Calle del Barco, curva con Calle Cánovas del Castillo

El Cristo del Perdón (José Gómez Villa) - Calle del Barco, curva con Calle Cánovas del Castillo. Por Juan Fernández Saorín

Escuchando de fondo la marcha para la cual escribo estas sencillas líneas me adentro en las emociones y sentimientos que afloran desde lo más profundo del alma de un andero del Cristo del Perdón. Es para nosotros, sin duda, mientras suena “El Cristo del Perdón” y con Él sobre nuestros hombros, de esos momentos álgidos de nuestro desfile que nos ayudan a sobreponernos del esfuerzo que estamos realizando.

Uno de esos momentos culminantes por evidente resulta ser aquel en el que esta fantástica marcha fúnebre adquiere su condición en sentido estricto sonando en la calle del Barco como epílogo a un desfile procesional que ya es moribundo, que agoniza irremediablemente a nuestros pies, es decir, una marcha fúnebre que suena portando a un crucificado muerto en un momento en el que el trayecto también muere. Es un trozo del camino en el que exprimimos al máximo cada una de sus tristes notas, que son más tristes que nunca, más luctuosas que nunca, que en no pocas ocasiones son compartidas por la curva con Cánovas del Castillo, siempre maniobrada de forma magistral.

Comienzan a resonar sus notas en la estrechez de una calle destinada a convertirse en tránsito de dolientes, un dolor que se hace más intenso en la noche del Viernes Santo: son los últimos momentos del Cristo del Perdón en las calles de Cieza por ese año; y para sus anderos es triste y doloroso que su desfile esté llegando a su fin. La tristeza que siente el andero la convierte en una calle lúgubre posiblemente ponderada por la tenue intensidad lumínica, y tal vez por esa circunstancia se convierte, aun tratándose del último tramo de procesión, en una calle de amplia “vocación” nazarena. Sí, porque parece que fue creada para soportar ese lastre, parece que fue creada para soportar las penas y los lamentos de los anderos, que quisieran que nunca acabase, que fuese infinita, aún con esa ligera pendiente que pica hacia arriba, y en la que sus anderos buscan una recreación en su paso que suena a despedida.

¡Ay!¡Que tristeza más grande nos embarga! Con esa marcha comenzamos a enterrar a nuestro cristo y en el imaginario personal de cada uno siempre quedarán esos momentos irrepetibles, vividos siempre de forma diferente, pero fustigados por el tormento que supone el no poder evitar que se acaben, el no ser capaces de parar el tiempo para que ese dramático crucificado siga sobre nosotros, sobre nuestros hombros.

Los diferentes instrumentos lloran con desazón y congoja y dejan caer con angustia las últimas notas de “El Cristo del Perdón” sobre el frío adoquín en nuestro tránsito apesadumbrado hacia la ya cercana Casa de los Santos.
La calle del Barco ya queda atrás, otras cofradías con sus nazarenos, sus manolas, sus lloronas o sus pasos la irán ocupando, pero, es Viernes Santo y ya no volverá a pasar por la calle del Barco el Cristo del Perdón mientras suena su marcha…

Juan Fdez. Saorín

miércoles, 9 de abril de 2014

Canon en Re Mayor (Johann Pachelbel) - Plaza Mayor

Una mano cálida y tierna, al son del “Canon en re Mayor de Pachelbel” en la Plaza del Ayuntamiento. Por María Bernal Moreno (María Filohis)

Como persona que cree en la magia inmortal de la música, como mujer que considera este arte, como la herramienta armoniosa para hallar el momento de inspiración de todo literato, quiero dedicarle a través de una melodía, unas bellas palabras a esa mujer, triste y solitaria, que vestida de negro camina Viernes Santo tras mi espalda. Se trata de mi querida virgen de la Soledad.
Adoro incondicionalmente a esa mujer humilde que hace catorce años me susurró al oído que no la abandonara, pues necesitaba caminar agarrada a las cálidas manos de esas mujeres que la acompañaron hasta el calvario, las lloronas. Ella había perdido a un hijo de forma cruel y su único consuelo era el llanto de todas las que desfilamos ante ella.

Allá por el año 2000, siendo menor de edad sentí la curiosidad de acompañar a la virgen de la Soledad.
El itinerario por donde desfilaban las imágenes del Santo Entierro, como rostros caracterizados por la beldad de la imaginería del maestro Carrillo o González Moreno, entre otros, era un camino amargo para recorrer, por la carga simbólica y emocionante que supone esa noche.

El frío obstaculizaba cada uno de mis pequeños pasos. En varios intentos de abandonar ese suelo de adoquines y de apartar el frío inmortal de mi cuerpo, miraba hacia atrás y esa imagen lloraba. Cada una de sus lágrimas, inmortalizada en pequeñas gotas de cristal, inspiraba muchos motivos de mi decisión por acompañarla hasta el final.
Durante el Viernes Santo más gélido de mi adolescencia, llegando a la plaza del Ayuntamiento, sentí la necesidad de decirle adiós a esa dulce y solitaria mujer. Sentía que iba a decaer por el aliento húmedo que calaba cada uno de mis huesos. Era una noche estrellada y el cielo, de color azul marino, se cubría por un manto que silenciaba una plaza donde la muchedumbre esperaba la majestuosa llegada de un rostro triste, nostálgico, melancólico, pero esperanzado. En un intento de apagar la llama de mi vela para romper con esa tradición de acompañarla, noté como una mano cálida y tierna tocaba mi hombro izquierdo. Sonaba el “Canon en re mayor de Pachelbel” y al volverme, cual mujer insegura por la tentación de poner punto y final a mi recorrido, tuve la sensación de que la Virgen me transmitía que llegara hasta el final. Despertó, en mí, la intuición de sentir la Semana Santa ciezana, a través del sacrificio que los días de pasión significan. Me convertía en ese momento en una de las personas que año, tras años representaría “el luto de María”.

Fue la melodía del Canon la que me posicionó en el Ayuntamiento para verla llegar, para comprobar que el helor amargo de mi cuerpo se había transformado en el calor provocado por la emoción que mis ojos transmitían. La oscuridad permitió que mis lágrimas saladas se convirtiesen en sentimientos dulces.
Y gracias a esa mano que, de forma imaginaria y espiritual, me había tocado la espalda, le prometí a la virgen que jamás la abandonaría, que cada Viernes Santo no caminaría sola. Le ofrecí que, si los años me daban la oportunidad de vivir, allí estaría de forma incondicional, sin pedirle nada a cambio. Ella y el violín, cuya melodía recorría los corazones de los asistentes a la plaza, consiguieron que la Semana Santa se convirtiera en el periodo del año más esperado para mí.
Cada Viernes Santo, a las doce de la noche tengo una cita con una persona muy especial, mi Santísima Virgen de la Soledad.

María Bernal Moreno (María Filohis)

La Caida (José Vélez) - Esquina del convento

La Caida (José Vélez) - Esquina del convento Por Margarita Campos

Fresca mañana acompañada de un sol especial como si de Viernes Santo se tratase, como hasta años anteriores, salía con mis tíos a ver la procesión ya que mi hermandad ese día no desfilaba ¡¡Ya vienen!!, ¡¡Ya vienen!!. Las túnicas moradas invadían la calle San Sebastián y al final de la calle Buitragos ya se veía "La Caída" asomar, ya las flores recién cortadas perfumaban la calle y sus anderos un año más volvían a su cita con esa mirada… Esa mirada llena de Semana Santa, de recuerdos de antaño y de ilusión renovada.

Fue justo en ese instante cuando "La Caída" doblaba la calle San Sebastián, se introducía en la esquina del convento y empezó a sonar una marcha… Tan sencilla y a la vez tan impactante la cual desconocía, entusiasmada miraba a los músicos pensando en que algún día también estaría yo ahí, y ellos serían mis compañeros, así fue, no me equivocaba.

Al año siguiente empecé a vivir la semana Santa de una forma muy especial y diferente, pues abandonaba el terciopelo verde de mi túnica sustituyéndolo por el uniforme de la Banda Municipal de Cieza, y llegó ese día que tanto me gustaba, la procesión del Penitente.
Ya estando la banda a la calle San Sebastián nuestro querido director Ginés nos avisaba “poner la Caída”, tan solo la había tocado una vez a la salida del trono pero aseguro que no sonaba igual, era diferente, como si otra marcha fuese. Doblábamos San Sebastián y la melodía de esa marcha me cautivó para siempre, tenía algo entre esas notas, una magia… Que para mí será muy difícil de olvidar, recordaba emocionada escuchándola el año anterior, justo la primera vez que la escuché y todo lo que habían cambiado las cosas de una Semana Santa a otra.

Tal vez esta marcha no sea una de las grandes, ni la mejor del compositor, tampoco es nacionalmente conocida como muchas otras pero para mí sí que es especial, tiene algo que te produce una necesidad de volverla a escuchar, porque si cierras los ojos, independientemente del momento del año en que la escuches, su melodía te sumerge hacia esa fresca mañana de Viernes Santo; para mí es inevitable emocionarme al interpretarla o escucharla ya que vienen a mi mente recuerdos imborrables de Semanas Santas nostálgicas y de antaño.

Aquí la dejo porque no hay palabras, ni versos que puedan hacerte sentir lo que hace la música.



Con cariño, Margarita Campos.

martes, 8 de abril de 2014

Crucifixus (José Alberto Pina) - Rincón de los Pinos

Crucifixus (José Alberto Pina) - Rincón de los pinos por Sergio Piñera

La procesión del Santo Entierro en Cieza se da en una noche en la que todo andero de la cofradía de la Oración del huerto y El Santo Sepulcro espera con entusiasmo, pues son tales las emociones que se pueden llegar a sentir que ni la persona más sabia del mundo sería capaz de explicar. Probablemente la mayoría de lectores de este blog estén pensando en la entrada del Santo Sepulcro, pero no, mi mayor recuerdo del viernes en la noche trascurrió en el Rincón De Los Pinos con la marcha de procesión Crucifixus.

Estando todos los anderos, como es habitual, en El Rincón De Los Pinos esperando coger el relevo, me adelanté unos metros acompañado de un amigo para ver pasar la procesión, pues así haríamos la espera más amena. Empezaron a pasar infinitos nazarenos de "Los Dormis", cuando de repente una luz al final de la calle iluminaba todo a su paso. Era nuestro ansiado Santo Sepulcro, un año más nos reencontrábamos con él, en El Rincón De los Pinos. Pero este año no venía solo. Venía de la mano de la marcha Crucifixus. Mis hermanos cofrades empezaban a darse ánimo como si de la guerra se tratara, pues la noche de las noches había llegado.

Todos hablaban, recordaban viejos momentos, que como este día habían vivido, pero yo solo lloraba al ver que me iba a rencontrar un año más con el entierro de Jesús. No quería escuchar a nadie, solo disfrutar del momento, cuando de pronto una mano tocó mi espalda "Ya estamos aquí otro año más hermano".

Por esto cada vez que escucho esta marcha me traslado a aquella fría noche de 2012 donde creció en mí un sentimiento inexplicable por La Cama De Cristo, Crucifixus y El Rincón De Los Pinos.

Sergio Piñera

lunes, 7 de abril de 2014

Oremos (Ricardo Dorado) - Calle del Cid

Oremos (Ricardo Dorado) - Calle del Cid. Por Manuel Marín Rodríguez

Nuestro amigo y compañero Pascual, me pide que participe en su blog escribiendo sobre alguna anécdota o recuerdo que haya podido tener de alguna marcha de procesión, y lo haré diciendo que a pesar de que para mí Mektub es la marcha procesional por antonomasia, en este caso fue OREMOS, aquella marcha con la que por primera vez daba mis primeros pasos como músico tocando un Lunes Santo acompañando al Santísimo Cristo de la Sangre, a mi temprana edad de 11 años, cuando a los pocos metros de la salida de la procesión desde la Basílica de la Asunción, el desfile procesional se adentraba en la calle del Cid y comenzábamos a tocar esta marcha.

Momento en el que como bien me puedo acordar, sentía una gran satisfacción al verme tocando en la calle con una banda de música, y sobre todo, por haber sido en Semana Santa mi primera salida como músico, ya que de haber desfilado desde niño como nazareno, el de hacerlo como músico siempre fue el mayor deseo que me persiguió desde que comencé a tocar un instrumento. Sentimientos que en aquellos instantes conforme al transcurso de la ejecución de la marcha, me hicieron recordar a mis seres más queridos ya fallecidos, en especial a mi abuelo Francisco, “Paco”, quien a la salida del colegio a las 12, cuando todavía teníamos la jornada escolar dividida en mañana y tarde, me acompañaba hasta la antigua escuela de música de la calle empedrá para recibir las clases de mis primeros cursos de música. De aquí el hecho de que esta marcha haya quedado guardada en mi memoria tanto por recordarme la primera vez que salía como músico en Semana Santa, como a mi abuelo materno, quien de algún modo estuvo muy ligado a mi infancia y a los inicios de mis estudios de música.

Oremos es una marcha en la que simbólicamente queda reflejado el curso de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte, algo que he podido ver plasmado en cada una de las tres partes que conforman la estructura musical de la obra. No obstante hay que recordar que Ricardo Dorado fue uno de los compositores más representativos dentro de nuestro panorama musical cofrade, compositor de otras marchas tan conocidas como; Mater Mea, Cordero de Dios o Getsemaní, entre otras…

Manuel Marín Rodríguez

Toque de Oración - Plaza Mayor

Toque de Oración - Plaza Mayor por Alejandro Ortega

No sé muy bien por dónde empezar, quizás esta obra sea una de las más solemnes y que evoca más sentimientos por su carácter de despedida de la vida hacia la muerte o quizás a otra vida. Para mi representa un todo en la música, una muestra de que una vida sin música no es vida. Podría recordar muchas marchas de Semana Santa y todas tendrían un algo especial para mí, pero mi elegida es Toque de Oración, porque es uno de los pocos nexos que me quedan con el paso de los años entre mi abuelo y yo, ¿por qué? pues así comienza mi humilde historia semansantera en Cieza...

Desde niño, la afición musical de mi querido abuelo Pepe me hizo conocer tantas y tantas marchas de Semana Santa antes de que tan siquiera pudiera entonarlas, cosa que haría más tarde con la trompeta que él y mi abuela me regalaron allá por el 99. Era difícil no sentir en casa la semana santa, y es que cómo no sentirla viviendo en la ya desaparecida esquina del cocodrilo, dónde tantas mañanas admiraba a aquellos músicos que derrochaban arte por los cuatro costados, pero a pesar de todo, ninguna de aquellas marchas es mi elegida.

Esta obra ilustra muchos sentimientos, una mezcla de añoranza, tristeza pero también felicidad. Hace unos cuantos años, un 12 de Noviembre de 2006 (demasiados ya), mi maestro, mi mentor y sobre todo aquel que me enseñó todo cuanto sé de música, me dio la oportunidad de hacer de solista y además dedicarle esta obra a mi abuelo fallecido, José Ortega Rojas, al cuál consideraba tanto o más que un padre, acompañado de los mejores, de mi banda, de la banda de Escuela Municipal de Música dirigida como no por Don Francisco García Alcázar, mi maestro, el maestro.

Fue una mañana de noviembre y la recuerdo como si fuera ayer, es complicado de expresar con palabras pero algo mágico se creó en el ambiente de la grandiosa Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, mis compañeros y compañeras entonaron ese acorde mágico que marca el comienzo del solo de trompeta que me hizo levitar y estar más cerca de él mientras la vidriera principal de la basílica relucía como si de algo divino se tratase. Siempre le estaré eternamente agradecido por darme aquella oportunidad de mandar ese toque, ese solo de trompeta que él nunca pudo llegar a ver pero que tantas veces me susurró y como no también agradecer a mi banda por acompañarme en aquella mañana. Digo esto porque quizás la juventud no me permitió agradecer todo esto.

Unos años después volví a sentir lo mismo, esta vez fue en nuestra querida Semana Santa con la imagen de la Santísima Virgen de la Piedad esperando el toque de oración para que el hijo que yace entre sus brazos descansara en la Basílica la Asunción afincada en la Plaza Mayor de Cieza. Una vez más comenzó ese acorde místico que da paso al toque de oración divino que tuve la suerte de poder interpretar (de nuevo) y que mientras miraba fijamente el rostro de aquella mujer con lágrimas en sus ojos, mi cuerpo y alma se convertían en uno.

Como músico ciezano y semanasantero, las calles de Cieza en Semana Santa suenan a algo, tienen su sintonía propia, muchos rincones quedan por descubrir pero sin duda para mí la Plaza Mayor suena a Toque de Oración.
Gracias amigo Pascual por darme esta oportunidad de poder describir con palabras lo que con música siento, y sin nada más, os dejo un vídeo dónde he resumido esa experiencia que yo viví aquel maravilloso 12 de Noviembre de 2006.

“Oh Toque de Oración
que con tu melodía
despides a aquellos
que parten...
Oh Toque de Oración
que con tu melodía
devuelves al recuerdo
a aquellos que partieron”


Alejandro Ortega.

viernes, 4 de abril de 2014

El Prendimiento (Francisco García Alcázar) - Calle San Pedro y Plaza Mayor

El Prendimiento (Francisco García Alcázar) - Calle San Pedro y Plaza Mayor por Lourdes Ramos Lucas

Cómo todo ciezano sabe, no hay persona que no sienta algo de afecto por su Semana Santa, en especial por alguna de las marchas que tanto para unos como para otros simbolizan algún momento en concreto, algún lugar, algo que cada vez que la escuchas, se te ponen “los pelos de punta”.

Este es mi caso en concreto. Como cada Miércoles Santo en la noche, tradición que desde pequeños nos enseñan, desfilábamos con la imagen del Santo Cristo, donde mi madre nos vestía a mí y a mi sobrino, nos cogía de la mano y nos subía a la Iglesia de la Asunción donde mi padre me esperaba para ponerme delante de la imagen y poder escuchar a la Banda de la Escuela de Música, dirigida por el maestro García Alcázar. La banda interpretaba las marchas para que los anderos y la gente que esperaba a la imagen sentada en las calles, lo hiciera de manera satisfactoria. Pero era allí, delante de la esquina de la Casa de los Santos, casi llegando a su recogida donde la banda, mi ahora banda, tocaba “El Prendimiento”, donde con los ojos húmedos, mariposas en el estómago, y mis oídos puestos en esa marcha, me obligaba que al terminar me acercara a mi padre a decirle: “Papá, yo quiero estudiar música, a eso que me hace sentir tanto” a lo que mi padre me respondía: “Todo llega, pero lo conseguirás.” Y así es.

Llegaba Viernes Santo en la mañana, donde mi madre, cogía a mi sobrino y a mí, y nos dejaba en la Iglesia, y antes de salir nos arreglaba el cíngulo. Mi padre, me volvía a poner cerca de la imagen, para poder escuchar a la banda, que tras varios penitentes se oía a lo lejos por la Calle San Sebastián, pero era allí, aquel lugar donde sin saber cómo ni porqué, se me ponían los ojos llorosos al escuchar de nuevo, “El Prendimiento”, al volver a sentir esa sensación corriendo por mi estómago. Como todo Viernes Santo en la noche, al no poder desfilar niños, esperaba en la Calle Larga a mi hermandad, en la que desfilaba y desfilo ahora con mi banda. La esperaba a su paso y sentada en una silla al lado de mi hermana, donde podía escuchar algunas de las otras marchas, pero no obstante, al terminar la procesión por donde yo estaba sentada, corría de la mano de mi hermana por el Callejón de la Virgencica, y bajaba hasta la Casa de los Santos, donde por última vez podía volver a escuchar esa marcha, esa sensación, la última hasta el próximo año, la última vez que le podía repetir a mi padre la frase que seguro jamás olvidará.

Creo que he expresado lo que es para mí estudiar música, el orgullo que me hace hacerlo, y sobre todo, escuchar esa MARCHA, que para mí es algo más, “El Prendimiento”.

Lourdes Ramos Lucas

*(La Marcha de El Prendimiento de Francisco García Alcázar no está grabada, ni hay de momento vídeos donde se pueda escuchar, así que l@s curios@s que quieran escucharla, tendrá que hacer como relata esta entrada, y pasarse a ver la última marcha que interpreta la banda juvenil de la escuela de música de Cieza antes de que el Cristo del Consuelo se recoja, en la calle San Pedro y Plaza Mayor)*

jueves, 3 de abril de 2014

Adagio de Albinoni (Remo Giazotto) - Calle Cadenas

Adagio de Albinoni (Remo Giazotto) - Calle Cadenas. Por Samuel Buitrago Rodríguez

Cierto es que no soy músico, y mi experiencia no va más allá del inicio de la saeta con la flauta dulce(algo es algo), pero no menos cierto es que considero a la música una parte fundamental de mí, que me ayuda a evadirme en momentos de angustia, y a encontrarme ante la inmensidad, que me calma cuando todo es negro y me acompaña en horas de soledad. Si empezase a hablar de instantes mágicos en la Semana Santa tal vez me tomarían por loco; “la madrugá” en la calle Angostos durante la eterna noche de Viernes de Dolores, “al señor de Sevilla” cuando aparece en el pórtico de la Asunción el Santísimo Cristo de la Sangre llegado el Lunes Santo, el solo de “a ti manué” tras el Cristo de la sed una radiante y soleada mañana de Viernes en el repleto ciezanísimo Paseo… Demasiados que contar, y algunos que por entrañable egoísmo deseo guardar.

Sin embargo, no les voy a hablar de una marcha; el compositor de esta pieza jamás imaginaría que melodías salidas de su corazón, tomando después forma con suaves notas en su cabeza, darían personalidad y formarían a su vez una conjunción perfecta con la noche de las noches para los ciezanos que sentimos dentro la magia de las procesiones. Es madrugada de Viernes Santo, y en la distancia, la torre de la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción reclama la presencia de un cristo agonizante que nunca muere; tres campanadas, una por cada uno de los clavos que desde hace mucho le sostienen sobre una muerte anunciada, y a pesar de todo, en la calle Cadenas apagada, sigue alumbrando vidas tan solo con su mirada. Son pocos los que quedan en el tramo final de la carrera, y es allí donde se mantienen las conversaciones más profundas, precisamente en el silencio de la intimidad…
Qué solos estamos, señor, entre tanta gente.
Y es allí donde suena, donde el cansancio no supera a las ganas, donde el silencio y la oscuridad ofrecen una verdad que solo rompen los cuatro faroles de plata que alumbran al Santísimo Cristo de la Agonía con tibia luz, y donde le acompañan endulzando sus anhelos los violines que interpretan el Adagio de Albinoni. Yo le espero donde siempre, en aquella esquina que cruza con Calle Empedrá, apoyado en la pared cansado tras haberle cargado junto a mis miedos y mis dudas, y otro año más, qué rápido pasa por mi lado, que en un suspiro, antes de parar el tiempo, ya se ha marchado.

Esta pieza se repite en varios puntos durante el recorrido, pero cobra mayor dramatismo si cabe precisamente allí, en la Calle Cadenas, dónde los hermanos de la Hermandad disfrutamos la procesión un poquito más, porque todo ha salido bien, y la tranquilidad aflora de nuestros inquietos corazones. Salí por primera vez como nazareno en esa procesión en el año 2007, después de verla desde el asombro de la infancia durante muchos años, para al siguiente, 2008, disfrutarla como andero, y hasta hoy. Siempre he tenido la suerte de tenerle cerca, y si incomparable es la procesión, incomparable es llevarlo sobre tus hombros con el Adagio. No me avergüenza reconocer que he llorado en esta procesión y en otras muchas, de alegría por todo lo sucedido, y de dolor porque se pasa tan rápido como se pasa lo intensamente vivido. La Semana Santa está llena de momentos mágicos que compartir, y espero que tengáis la oportunidad de disfrutarla y de vivirla, mínimo, tan intensamente como yo.
Un abrazo.

Samuel Buitrago Rodríguez

miércoles, 2 de abril de 2014

Semana Santa Ciezana (José Gómez Villa) - Calle Larga

Semana Santa Ciezana (José Gómez Villa) - Calle Larga por Joaquín Molina Ruiz

Me siento algo extraño escribiendo estas palabras, por el hecho de no ser Ciezano, aunque todo hay que decirlo, me siento un ciezano más cuando se trata de semana santa.
Son muchos años ya los que soy participe de la Semana Santa de Cieza, tocando con varias bandas, en varias procesiones (por no decir en todas), por lo que puede parecer raro que un Abaranero se conozca las calles y lugares de las procesiones de Cieza como uno más... pero así es.

El escribir en el blog de Pascual es bien sencillo, se titula “Emociones y música en las calles de la Semana Santa de Cieza” y yo personalmente me siento superidentificado con este título, ya que mi vida desde muy pequeño gira en torno a la música (cada día que pasa más) y al hecho de querer sentirla y emocionarme con ella, por eso una de mis épocas favoritas es la Semana santa, donde disfruto enormemente desfilando con mi asociación (Asociación músical juvenil “No Tenemos Prisa”) por las calles de Cieza desde hace ya varios años.

Con esto que he comentado, me resulta muy difícil hablar de una marcha en concreto, ya que para mi cada marcha procesional transmite algo diferente y llega de manera distinta a la gente. Comparto con el maestro Francisco García que la marcha que mas me emociona y me llena al escuchar e interpretar es “MEKTUB” (estaba escrito), pero en este caso voy a hablar de otra marcha, que para los Ciezanos en Semana Santa (me incluyo) es algo de lo que se sienten enormemente orgullosos, de su “SEMANA SANTA CIEZANA”, del maestro Gómez Villa.

Es una marcha que yo nunca antes había escuchado y menos tocado. Fue el primer año que toqué en Cieza en sus procesiones, hace ya unos 6 o 7 años mas o menos, cuando en la calle larga (me acordaré siempre) pusimos esta marcha y yo la toque por primera vez, tocando su famoso solo de trompeta. Al terminarla comenté con algunos compañeros que esa marcha no me decía nada, no me llegaba a transmitir nada en comparación a otras marchas como Mektub, Jesus cautivo, Hosanna in excelsis, La cruz de doble brazo... etc. Pero no sé porque, a los días volví a tocarla, en la misma calle... y ya no fue lo mismo. Fue cuando me di cuenta de lo que significaba la semana santa en Cieza para mi, por lo que no puedo evitar acordarme de ese momento cuando alguien habla de Semana Santa, el momento de jueves santo el estar interpretando esta marcha por esa calle estrecha, tocando su solo de trompeta bajo el tenue acompañamiento que realiza la banda al solista; Es por lo que intento que todos los años se interprete en el mismo sitio, siendo para mí una marcha especial y mas siendo trompetista.

Una vez un compañero me escuchó tocar ese solo y me dijo: Has tocado genial, pero no creo que pudieses tocarlo como lo tocaría o sentiría un Ciezano... Con el paso del tiempo me di cuenta de que eso no era cierto.

Joaquín Molina Ruiz

martes, 1 de abril de 2014

Jerusalén (José Vélez) - Calle San Sebastián

Jerusalén es mi marcha favorita de semana santa, la conocía de escucharla cuando de pequeño desfilaba con la Verónica, pero la marqué como mi favorita el día que la toqué con la banda por primera vez. La imprescindible en cualquier repertorio, y por mucho que pasan los años y descubro marchas nuevas, esta sigue siendo mi preferida. Es sin duda la marcha que más me ha puesto los pelos de punta, ya sea tocando por la calle o en un concierto. Y me trae a la cabeza montones de recuerdos.

Es una marcha de José Vélez, compositor calasparreño muy cercano y muy conocido, que ha compuesto tres marchas que llenan nuestros repertorios de gran calidad, y las tres gustan mucho, “El evangelista”, “Jerusalén”, y “La caída”, y este año una cuarta, “Mesopotamia”, que se estrenó hace apenas unos días. Gracias a mi director Paco, tuvimos la suerte de conocer a José Vélez, incluso que nos dirigiera en alguna que otra ocasión, como en un concierto en la pequeña iglesia del convento de las monjas claras de Cieza. Para un enamorado de sus marchas, que con dieciséis años te dirija el maestro José Vélez fue como un sueño hecho realidad y todavía tengo colgada en mi habitación una dedicatoria suya.

Sería incapaz de quitar esta marcha de algún día, me gusta mucho, como he escrito antes, para mi junto a Semana Santa Ciezana, Cristo del Perdón y alguna más, es de las imprescindibles en cualquier repertorio de banda que desfile en nuestra semana santa. Creo que es una marcha para que sobretodo se interprete en calles medianamente anchas, mi lugar preferido para tocar Jerusalén es en la calle San Sebastián por las noches. Es el sitio donde más la he tocado, y es donde más recuerdos me vienen a la cabeza, exagerando los matices para remarcar las tensiones, marcando el paso bien fuerte cuando a la vez soy con la tuba, el que va marcando el ritmo de la banda, y casi bailando (eso lo conoce bien mi compañera y amiga Paquita) mientras camino acompañando las preciosas melodías que van apareciendo.
Es difícil olvidarte de lo que pasa alrededor mientras vas desfilando con 50 compañer@s más y con mucha gente que está sentada viendo la procesión y te mira cuando pasas por su lado, pero a mi es lo que más me gusta hacer. Interpretar junto con el resto de la banda pero como si estuviera solo, cerrar en ocasiones un poco los ojos y olvidarte por un momento de todo, paso firme en los fuertes, y balanceo en los suaves, volar tus pensamientos al aire, y tocar como si tocaras Jerusalén por última vez. Marcha cañera donde las haya, para disfrutar desde dentro y desde fuera, para que te lleve, donde la música te quiera llevar. Si la interpretación es buena, los pelos de punta están asegurados.

Se me queda corto expresar lo que me regala esta marcha, pero creo que lo mejor es escucharla, y que cada uno la defina como buenamente pueda. Yo dudo que alguna marcha pueda desbancar la que es y ha sido mi favorita desde siempre.

Pascual López Sánchez