miércoles, 9 de abril de 2014

Canon en Re Mayor (Johann Pachelbel) - Plaza Mayor

Una mano cálida y tierna, al son del “Canon en re Mayor de Pachelbel” en la Plaza del Ayuntamiento. Por María Bernal Moreno (María Filohis)

Como persona que cree en la magia inmortal de la música, como mujer que considera este arte, como la herramienta armoniosa para hallar el momento de inspiración de todo literato, quiero dedicarle a través de una melodía, unas bellas palabras a esa mujer, triste y solitaria, que vestida de negro camina Viernes Santo tras mi espalda. Se trata de mi querida virgen de la Soledad.
Adoro incondicionalmente a esa mujer humilde que hace catorce años me susurró al oído que no la abandonara, pues necesitaba caminar agarrada a las cálidas manos de esas mujeres que la acompañaron hasta el calvario, las lloronas. Ella había perdido a un hijo de forma cruel y su único consuelo era el llanto de todas las que desfilamos ante ella.

Allá por el año 2000, siendo menor de edad sentí la curiosidad de acompañar a la virgen de la Soledad.
El itinerario por donde desfilaban las imágenes del Santo Entierro, como rostros caracterizados por la beldad de la imaginería del maestro Carrillo o González Moreno, entre otros, era un camino amargo para recorrer, por la carga simbólica y emocionante que supone esa noche.

El frío obstaculizaba cada uno de mis pequeños pasos. En varios intentos de abandonar ese suelo de adoquines y de apartar el frío inmortal de mi cuerpo, miraba hacia atrás y esa imagen lloraba. Cada una de sus lágrimas, inmortalizada en pequeñas gotas de cristal, inspiraba muchos motivos de mi decisión por acompañarla hasta el final.
Durante el Viernes Santo más gélido de mi adolescencia, llegando a la plaza del Ayuntamiento, sentí la necesidad de decirle adiós a esa dulce y solitaria mujer. Sentía que iba a decaer por el aliento húmedo que calaba cada uno de mis huesos. Era una noche estrellada y el cielo, de color azul marino, se cubría por un manto que silenciaba una plaza donde la muchedumbre esperaba la majestuosa llegada de un rostro triste, nostálgico, melancólico, pero esperanzado. En un intento de apagar la llama de mi vela para romper con esa tradición de acompañarla, noté como una mano cálida y tierna tocaba mi hombro izquierdo. Sonaba el “Canon en re mayor de Pachelbel” y al volverme, cual mujer insegura por la tentación de poner punto y final a mi recorrido, tuve la sensación de que la Virgen me transmitía que llegara hasta el final. Despertó, en mí, la intuición de sentir la Semana Santa ciezana, a través del sacrificio que los días de pasión significan. Me convertía en ese momento en una de las personas que año, tras años representaría “el luto de María”.

Fue la melodía del Canon la que me posicionó en el Ayuntamiento para verla llegar, para comprobar que el helor amargo de mi cuerpo se había transformado en el calor provocado por la emoción que mis ojos transmitían. La oscuridad permitió que mis lágrimas saladas se convirtiesen en sentimientos dulces.
Y gracias a esa mano que, de forma imaginaria y espiritual, me había tocado la espalda, le prometí a la virgen que jamás la abandonaría, que cada Viernes Santo no caminaría sola. Le ofrecí que, si los años me daban la oportunidad de vivir, allí estaría de forma incondicional, sin pedirle nada a cambio. Ella y el violín, cuya melodía recorría los corazones de los asistentes a la plaza, consiguieron que la Semana Santa se convirtiera en el periodo del año más esperado para mí.
Cada Viernes Santo, a las doce de la noche tengo una cita con una persona muy especial, mi Santísima Virgen de la Soledad.

María Bernal Moreno (María Filohis)

2 comentarios:

  1. precioso el articulo, pero la obra es "Canon en Re MAYOR" supongo que abra sido un fallo de escritura jaja

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  2. Solucionado Antonio Jesús, gracias por el apunte, error de escritura, afortunadamente el vídeo era el mencionado Canon en Re Mayor ;)

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