lunes, 14 de abril de 2014

Al señor de Sevilla (Abel Moreno) - Plaza Mayor

Al señor de Sevilla (Abel Moreno) - Plaza Mayor. Por Justo Ruiz López

Que mejor forma de comenzar esta pequeña narración que sincerándome sobre mi primer pensamiento a cerca de esta marcha y esta procesión de lunes santo.
Hablare en lo sucesivo sobre la marcha y la procesión como un conjunto inseparable.

Pues eso, siendo franco no me parecía adecuado incluir en nuestra Semana Santa tronos e imágenes tan propias de la Semana Santa andaluza, exceptuando algunos matices ya arraigados en nuestras procesiones, como el palio de la virgen de gracia y esperanza y algún que otro detalle que se me escapa nombrar en este momento

Aún con todo esto mi corazón semanasantero me hacia ver esta procesión esquina tras esquina, hasta llegar a la plaza del ayuntamiento para ver regresar al Cristo de la sangre a su deslumbrante capilla.....

Hasta que pasados tres años le pedí a mi tío Pascual Pérez Sánchez "El Lagarto", al cual le quiero dar las gracias por adelantado, el gran favor de prestarme su túnica de María Magdalena para poder vivir, in situ, la experiencia de lo que tan en contra estaba en un principio, tenía curiosidad por saber lo que se sentía en una procesión tan única y reciente en nuestra Semana Santa y de la que no era del todo partidario.

Tuve qué tragarme mis palabras y mis pensamientos cuando me enfunde la túnica azul y el gorro rojo sangre de la hermandad, y me dispuse junto con los demás anderos a sacar al Santísimo Cristo de la sangre por la puerta principal de la basílica de la Asunción, para procesionar por las calles de Cieza, pero esto no era todo, lo mejor estaba por llegar.....

Y llego simple y llanamente con el último toque de caja previo a la primera nota de una marcha colosal, y tan idónea para la ocasión como la que en este pequeño artículo me refiero ( Al Señor de Sevilla.

No era dueño de mis sentidos, no podía expresar con palabras lo que sentía en ese momento tan mágico en el que se fusionaba; la noche de lunes santo, la imagen del santísimo Cristo de la sangre rodeado por rosas rojas y amparado por la mirada triste de su ángel, y la gran melodía del maestro Abel Moreno Gómez inundando la plaza del ayuntamiento de pasión y solemnidad......

Aquello de lo que tan reacio era en sus inicios, duro cinco penitentes y maravillosos años, pero durara eternamente en el pequeño rincón semanasantero de mi corazón.

Para despedirme, ánimo a todos los lectores que intenten vivir lo que he descrito con anterioridad, y sobre todo que no dejemos de cuidar año tras año algo que nos hace únicos a los ciezanos.....

Nuestra Semana Santa

Justo Ruiz López

viernes, 11 de abril de 2014

Virgen de la Piedad (José Antonio Molero Luque) - Calle del Cid

Virgen de la Piedad (José Antonio Molero Luque) – Calle del Cid. Por Enrique Centeno

Una tarde cualquiera, quizá de esas que se aburren en el inmenso calor del verano huertano. No sabe ya uno cómo escapar de la molicie, divagando entre mil tareas pendientes y la distracción de cualquier ráfaga de pensamiento. Y de pronto nos descubrimos a nosotros mismos buscando entre los archivos de audio del ordenador hasta que damos con un nombre y la habitación se llena de música.

Entonces todo desaparece: el calor, la modorra, la incertidumbre. Todos nuestros sentidos se activan de forma casi mágica, diluyendo el espacio que nos rodea en una realidad soñada que termina pareciendo más auténtica que la materia y el tiempo que nos corresponde. Es de noche, corre una brisa suave de primavera joven, estamos en el casco antiguo, que bulle con nerviosa expectación. Las aceras hierven de vecinos y visitantes, y los nazarenos van punteando su cera por la calle del Cid, ese arroyo castizo que mana desde la Plaza, por el que viene dejándose caer hacia Parra… la Virgen de la Piedad. Es Semana Santa, es Viernes Santo y Cieza sabe a Cieza, hoy más que nunca.

Por eso me gusta tanto la música de Semana Santa. Un género limitado, sí, un género que difícilmente puede satisfacer el gusto de los melómanos irredentos –entre los cuales no me cuento- un género repetitivo, un género muy condicionado… pero qué importa. Su potencial evocador es inmenso, colosal. Suena una marcha de Semana Santa cualquier día, a cualquier hora, en cualquier sitio… y al instante es convocado el sinfín de sensaciones y sentimientos que definen las procesiones para aquellos que las aman intensamente. No es música sacra, en verdad. No es una música que habla directamente de Dios y de la Redención de los hombres… No, eso lo hacía Bach. En cambio Dorado, Cebrián, Gómez Villa, Sanmiguel y compañía nos hablan directamente de Semana Santa, de procesiones, de túnicas y capirotes (¿se puede hablar en Cieza aún de capirotes sin que se enfade nadie?), de flor, de cera, de Cristos sangrantes y de Madres doloridas, de túnicas sudadas que rezuman frío en la madrugada, de penitencia callada y solitaria con el báculo, y también de cofrades que inmolan media vida para que este año las procesiones se luzcan como nunca. Las marchas de Semana Santa nos cuentan todo eso y muchas más cosas, a cada uno las suyas, ligadas a sus experiencias, sus recuerdos, sus entrañas. Mil historias íntimas que solo podemos compartir con aquellos que sienten y vibran igual que nosotros. Esa es la belleza de este blog: aquí todos hablamos un mismo lenguaje de emoción y sentimientos. Aquí nos entendemos todos. Aquí podemos compartir algo de nuestra intimidad porque sabemos que quien nos lee va a agradecer que compartamos esa intimidad y la va a cuidar con cariño. Gracias, Pascual, por este regalo.

En realidad, por todo esto es también por lo que me gusta tanto la marcha “Virgen de la Piedad”, de José Antonio Molero Luque: por su tremendo potencial narrativo, por la concreción de su discurso. Porque, en definitiva, siempre me ha parecido un homenaje a la Semana Santa, más allá de la Imagen a la que está dedicada.
Cuando mi amigo José Ángel García (responsable de que yo esté aquí, utilizando el término “aquí” en más de un sentido) se puso en contacto con Molero, su marcha “Pasa la Soledad” había conquistado a los procesionistas ciezanos, que la consideraban –la siguen considerando- uno de los regalos con los que se podía uno encontrar en cualquier esquina cuando el tambor da la entrada y los músicos alzan sus instrumentos.
Recuerdo aquel verano de intercambio de mensajes y archivos midi entre el músico y el Secretario de la Cofradía, de los que generosamente se me iba haciendo cómplice, y también recuerdo cómo José Ángel supo prender con su ilusión el interés y la dedicación de Molero, que fue añadiendo a su seria profesionalidad las ganas de complacer a aquél ciezano que no paraba de hacerle partícipe de un sinfín de aspectos (principales, secundarios y hasta anecdóticos y humorísticos) de aquella Semana Santa lejana y de sus gentes. A la altura del mes de septiembre, cuando el compositor entrega por primera vez una instrumentación digitalizada completa, ya estaba claro que acababa de escribirse una página deslumbrante de la historia musical de la Semana Santa de Cieza. Era solo cuestión de esperar un par de meses para que la batuta de Francisco García Alcázar –músico de genio y músico genial- terminara de formular el sortilegio mágico en el día de la onomástica de La Piedad.

No soy músico, y no puedo hablar de las virtudes o características de una marcha, sólo de lo que me transmite, de lo que me sugiere. Y en este sentido, esta pieza siempre me ha emocionado por su evolución emocional, por la forma en la que se desata la voluntad inicial, claramente vinculada al encargo de la Cofradía, para terminar hablando de algo distinto, que solo puede explicarse en ese vínculo de complicidad que se estableció rápidamente entre los dos pepes, José Antonio y José Ángel. Una marcha que empieza hablando de la Procesión del Entierro y de la Virgen de la Piedad, pero que termina hablando de la Cofradía, de los Cofrades, y de nuestra pasión por la Semana Santa.
El inicio de la marcha es todo lo fúnebre que puede esperarse de una marcha de Viernes Santo: severa, con esas campanas que tocan a difunto. Se le había insistido a Molero en el tipo peculiarísimo de Imagen que es La Piedad de Capuz, y el profundo cariño que despertaba en los cofrades de la Agonía: de ahí la naturaleza del primer tema que se expone después del inicio, muy poético, lánguido, de una amargura acunada con dulzura, como el abrazo de la Madre. Una melodía que aún en su más vibrante segmento, con la plenitud instrumental que caracteriza a Molero, no deja de acompañar ese llanto a punto de reventarse en el rostro de la Virgen, el instante sublime que detuvo para siempre la gubia del inolvidable valenciano.
La marcha cambia entonces de signo, se amansa y se contiene, y poco a poco el segundo tema va tomando forma de oración, dejando atrás el componente nostálgico en pos de una creciente espiritualidad, reflexiva y reposada. Pero cuando parece que la marcha va a ir a morir deshaciéndose en la paz del silencio, la oración descrita por la melodía comienza a elevarse, subiendo el tono de voz hasta romper en una súplica vibrante, dialogada en un tono procesional muy apasionado, que parece capaz de abrir la noche en canal para llenarla de luz y de esperanza.
El remate de la marcha es imponente. Cuando parece que está todo resuelto con este tercer tema, la épica aparece en los últimos segundos con una fiereza de portentosa rotundidad, con el metal y la percusión echando abajo las puertas de la gloria ante el asombro del mundo. Un final que, por supuesto, eclipsa por completo la modestia de la imagen de la Virgen de la Piedad, pero es que Molero ya no nos habla en este final de la Virgen de la Piedad. Molero está haciendo un homenaje a todos los que hacen, a todos los que hacéis posible la Semana Santa. Cuando la marcha (habitualmente la primera que se interpreta por la banda esa noche) alcanza este punto, el trono de la Piedad ya avanza por las estrecheces de la calle del Cid, que revientan con este furor musical que va contando a los cuatro vientos que ya está, que ya es noche del Viernes Santo y la procesión está en marcha, que el final de todo esto se acerca, que una vez más lo habéis conseguido, que una vez más habéis hecho posible lo imposible. Un cántico de homenaje a ese sinfín de horas que de abril a marzo van amasando los cofrades del Cristo de la Agonía, y de todas las demás Hermandades, escamoteadas a su descanso, a su familia, a su tranquilidad y hasta a su salud para volver a echar los Santos a la calle, para volverle a contar a los ciezanos y al universo entero la Historia de la Redención de la forma más bella que se pueda concebir.

Pasarán los años y los siglos, y otros Centenarios y aniversarios de toda índole vendrán cuando todos nosotros nos hayamos ido y no quede más recuerdo de lo nuestro que la pervivencia, si Dios quiere, de este maravilloso legado que es la Semana Santa. Así debe ser, así ha sido siempre. Y entonces un niño, uno de tantos que fueron y serán, asistirá asombrado desde su acera del Cid al paso de la Procesión del Entierro. Sonará Virgen de la Piedad y escuchará sin mover un músculo esa creación musical que conservará inmaculada toda su belleza… sin saber que le están contando la historia de un lejanísimo verano en el que un músico malagueño se contagió, a cuatrocientos kilómetros de distancia, de la bendita locura de un cofrade ciezano.

Enrique Centeno

jueves, 10 de abril de 2014

El Cristo del Perdón (José Gómez Villa) - Calle del Barco, curva con Calle Cánovas del Castillo

El Cristo del Perdón (José Gómez Villa) - Calle del Barco, curva con Calle Cánovas del Castillo. Por Juan Fernández Saorín

Escuchando de fondo la marcha para la cual escribo estas sencillas líneas me adentro en las emociones y sentimientos que afloran desde lo más profundo del alma de un andero del Cristo del Perdón. Es para nosotros, sin duda, mientras suena “El Cristo del Perdón” y con Él sobre nuestros hombros, de esos momentos álgidos de nuestro desfile que nos ayudan a sobreponernos del esfuerzo que estamos realizando.

Uno de esos momentos culminantes por evidente resulta ser aquel en el que esta fantástica marcha fúnebre adquiere su condición en sentido estricto sonando en la calle del Barco como epílogo a un desfile procesional que ya es moribundo, que agoniza irremediablemente a nuestros pies, es decir, una marcha fúnebre que suena portando a un crucificado muerto en un momento en el que el trayecto también muere. Es un trozo del camino en el que exprimimos al máximo cada una de sus tristes notas, que son más tristes que nunca, más luctuosas que nunca, que en no pocas ocasiones son compartidas por la curva con Cánovas del Castillo, siempre maniobrada de forma magistral.

Comienzan a resonar sus notas en la estrechez de una calle destinada a convertirse en tránsito de dolientes, un dolor que se hace más intenso en la noche del Viernes Santo: son los últimos momentos del Cristo del Perdón en las calles de Cieza por ese año; y para sus anderos es triste y doloroso que su desfile esté llegando a su fin. La tristeza que siente el andero la convierte en una calle lúgubre posiblemente ponderada por la tenue intensidad lumínica, y tal vez por esa circunstancia se convierte, aun tratándose del último tramo de procesión, en una calle de amplia “vocación” nazarena. Sí, porque parece que fue creada para soportar ese lastre, parece que fue creada para soportar las penas y los lamentos de los anderos, que quisieran que nunca acabase, que fuese infinita, aún con esa ligera pendiente que pica hacia arriba, y en la que sus anderos buscan una recreación en su paso que suena a despedida.

¡Ay!¡Que tristeza más grande nos embarga! Con esa marcha comenzamos a enterrar a nuestro cristo y en el imaginario personal de cada uno siempre quedarán esos momentos irrepetibles, vividos siempre de forma diferente, pero fustigados por el tormento que supone el no poder evitar que se acaben, el no ser capaces de parar el tiempo para que ese dramático crucificado siga sobre nosotros, sobre nuestros hombros.

Los diferentes instrumentos lloran con desazón y congoja y dejan caer con angustia las últimas notas de “El Cristo del Perdón” sobre el frío adoquín en nuestro tránsito apesadumbrado hacia la ya cercana Casa de los Santos.
La calle del Barco ya queda atrás, otras cofradías con sus nazarenos, sus manolas, sus lloronas o sus pasos la irán ocupando, pero, es Viernes Santo y ya no volverá a pasar por la calle del Barco el Cristo del Perdón mientras suena su marcha…

Juan Fdez. Saorín

miércoles, 9 de abril de 2014

Canon en Re Mayor (Johann Pachelbel) - Plaza Mayor

Una mano cálida y tierna, al son del “Canon en re Mayor de Pachelbel” en la Plaza del Ayuntamiento. Por María Bernal Moreno (María Filohis)

Como persona que cree en la magia inmortal de la música, como mujer que considera este arte, como la herramienta armoniosa para hallar el momento de inspiración de todo literato, quiero dedicarle a través de una melodía, unas bellas palabras a esa mujer, triste y solitaria, que vestida de negro camina Viernes Santo tras mi espalda. Se trata de mi querida virgen de la Soledad.
Adoro incondicionalmente a esa mujer humilde que hace catorce años me susurró al oído que no la abandonara, pues necesitaba caminar agarrada a las cálidas manos de esas mujeres que la acompañaron hasta el calvario, las lloronas. Ella había perdido a un hijo de forma cruel y su único consuelo era el llanto de todas las que desfilamos ante ella.

Allá por el año 2000, siendo menor de edad sentí la curiosidad de acompañar a la virgen de la Soledad.
El itinerario por donde desfilaban las imágenes del Santo Entierro, como rostros caracterizados por la beldad de la imaginería del maestro Carrillo o González Moreno, entre otros, era un camino amargo para recorrer, por la carga simbólica y emocionante que supone esa noche.

El frío obstaculizaba cada uno de mis pequeños pasos. En varios intentos de abandonar ese suelo de adoquines y de apartar el frío inmortal de mi cuerpo, miraba hacia atrás y esa imagen lloraba. Cada una de sus lágrimas, inmortalizada en pequeñas gotas de cristal, inspiraba muchos motivos de mi decisión por acompañarla hasta el final.
Durante el Viernes Santo más gélido de mi adolescencia, llegando a la plaza del Ayuntamiento, sentí la necesidad de decirle adiós a esa dulce y solitaria mujer. Sentía que iba a decaer por el aliento húmedo que calaba cada uno de mis huesos. Era una noche estrellada y el cielo, de color azul marino, se cubría por un manto que silenciaba una plaza donde la muchedumbre esperaba la majestuosa llegada de un rostro triste, nostálgico, melancólico, pero esperanzado. En un intento de apagar la llama de mi vela para romper con esa tradición de acompañarla, noté como una mano cálida y tierna tocaba mi hombro izquierdo. Sonaba el “Canon en re mayor de Pachelbel” y al volverme, cual mujer insegura por la tentación de poner punto y final a mi recorrido, tuve la sensación de que la Virgen me transmitía que llegara hasta el final. Despertó, en mí, la intuición de sentir la Semana Santa ciezana, a través del sacrificio que los días de pasión significan. Me convertía en ese momento en una de las personas que año, tras años representaría “el luto de María”.

Fue la melodía del Canon la que me posicionó en el Ayuntamiento para verla llegar, para comprobar que el helor amargo de mi cuerpo se había transformado en el calor provocado por la emoción que mis ojos transmitían. La oscuridad permitió que mis lágrimas saladas se convirtiesen en sentimientos dulces.
Y gracias a esa mano que, de forma imaginaria y espiritual, me había tocado la espalda, le prometí a la virgen que jamás la abandonaría, que cada Viernes Santo no caminaría sola. Le ofrecí que, si los años me daban la oportunidad de vivir, allí estaría de forma incondicional, sin pedirle nada a cambio. Ella y el violín, cuya melodía recorría los corazones de los asistentes a la plaza, consiguieron que la Semana Santa se convirtiera en el periodo del año más esperado para mí.
Cada Viernes Santo, a las doce de la noche tengo una cita con una persona muy especial, mi Santísima Virgen de la Soledad.

María Bernal Moreno (María Filohis)

La Caida (José Vélez) - Esquina del convento

La Caida (José Vélez) - Esquina del convento Por Margarita Campos

Fresca mañana acompañada de un sol especial como si de Viernes Santo se tratase, como hasta años anteriores, salía con mis tíos a ver la procesión ya que mi hermandad ese día no desfilaba ¡¡Ya vienen!!, ¡¡Ya vienen!!. Las túnicas moradas invadían la calle San Sebastián y al final de la calle Buitragos ya se veía "La Caída" asomar, ya las flores recién cortadas perfumaban la calle y sus anderos un año más volvían a su cita con esa mirada… Esa mirada llena de Semana Santa, de recuerdos de antaño y de ilusión renovada.

Fue justo en ese instante cuando "La Caída" doblaba la calle San Sebastián, se introducía en la esquina del convento y empezó a sonar una marcha… Tan sencilla y a la vez tan impactante la cual desconocía, entusiasmada miraba a los músicos pensando en que algún día también estaría yo ahí, y ellos serían mis compañeros, así fue, no me equivocaba.

Al año siguiente empecé a vivir la semana Santa de una forma muy especial y diferente, pues abandonaba el terciopelo verde de mi túnica sustituyéndolo por el uniforme de la Banda Municipal de Cieza, y llegó ese día que tanto me gustaba, la procesión del Penitente.
Ya estando la banda a la calle San Sebastián nuestro querido director Ginés nos avisaba “poner la Caída”, tan solo la había tocado una vez a la salida del trono pero aseguro que no sonaba igual, era diferente, como si otra marcha fuese. Doblábamos San Sebastián y la melodía de esa marcha me cautivó para siempre, tenía algo entre esas notas, una magia… Que para mí será muy difícil de olvidar, recordaba emocionada escuchándola el año anterior, justo la primera vez que la escuché y todo lo que habían cambiado las cosas de una Semana Santa a otra.

Tal vez esta marcha no sea una de las grandes, ni la mejor del compositor, tampoco es nacionalmente conocida como muchas otras pero para mí sí que es especial, tiene algo que te produce una necesidad de volverla a escuchar, porque si cierras los ojos, independientemente del momento del año en que la escuches, su melodía te sumerge hacia esa fresca mañana de Viernes Santo; para mí es inevitable emocionarme al interpretarla o escucharla ya que vienen a mi mente recuerdos imborrables de Semanas Santas nostálgicas y de antaño.

Aquí la dejo porque no hay palabras, ni versos que puedan hacerte sentir lo que hace la música.



Con cariño, Margarita Campos.

martes, 8 de abril de 2014

Crucifixus (José Alberto Pina) - Rincón de los Pinos

Crucifixus (José Alberto Pina) - Rincón de los pinos por Sergio Piñera

La procesión del Santo Entierro en Cieza se da en una noche en la que todo andero de la cofradía de la Oración del huerto y El Santo Sepulcro espera con entusiasmo, pues son tales las emociones que se pueden llegar a sentir que ni la persona más sabia del mundo sería capaz de explicar. Probablemente la mayoría de lectores de este blog estén pensando en la entrada del Santo Sepulcro, pero no, mi mayor recuerdo del viernes en la noche trascurrió en el Rincón De Los Pinos con la marcha de procesión Crucifixus.

Estando todos los anderos, como es habitual, en El Rincón De Los Pinos esperando coger el relevo, me adelanté unos metros acompañado de un amigo para ver pasar la procesión, pues así haríamos la espera más amena. Empezaron a pasar infinitos nazarenos de "Los Dormis", cuando de repente una luz al final de la calle iluminaba todo a su paso. Era nuestro ansiado Santo Sepulcro, un año más nos reencontrábamos con él, en El Rincón De los Pinos. Pero este año no venía solo. Venía de la mano de la marcha Crucifixus. Mis hermanos cofrades empezaban a darse ánimo como si de la guerra se tratara, pues la noche de las noches había llegado.

Todos hablaban, recordaban viejos momentos, que como este día habían vivido, pero yo solo lloraba al ver que me iba a rencontrar un año más con el entierro de Jesús. No quería escuchar a nadie, solo disfrutar del momento, cuando de pronto una mano tocó mi espalda "Ya estamos aquí otro año más hermano".

Por esto cada vez que escucho esta marcha me traslado a aquella fría noche de 2012 donde creció en mí un sentimiento inexplicable por La Cama De Cristo, Crucifixus y El Rincón De Los Pinos.

Sergio Piñera

lunes, 7 de abril de 2014

Oremos (Ricardo Dorado) - Calle del Cid

Oremos (Ricardo Dorado) - Calle del Cid. Por Manuel Marín Rodríguez

Nuestro amigo y compañero Pascual, me pide que participe en su blog escribiendo sobre alguna anécdota o recuerdo que haya podido tener de alguna marcha de procesión, y lo haré diciendo que a pesar de que para mí Mektub es la marcha procesional por antonomasia, en este caso fue OREMOS, aquella marcha con la que por primera vez daba mis primeros pasos como músico tocando un Lunes Santo acompañando al Santísimo Cristo de la Sangre, a mi temprana edad de 11 años, cuando a los pocos metros de la salida de la procesión desde la Basílica de la Asunción, el desfile procesional se adentraba en la calle del Cid y comenzábamos a tocar esta marcha.

Momento en el que como bien me puedo acordar, sentía una gran satisfacción al verme tocando en la calle con una banda de música, y sobre todo, por haber sido en Semana Santa mi primera salida como músico, ya que de haber desfilado desde niño como nazareno, el de hacerlo como músico siempre fue el mayor deseo que me persiguió desde que comencé a tocar un instrumento. Sentimientos que en aquellos instantes conforme al transcurso de la ejecución de la marcha, me hicieron recordar a mis seres más queridos ya fallecidos, en especial a mi abuelo Francisco, “Paco”, quien a la salida del colegio a las 12, cuando todavía teníamos la jornada escolar dividida en mañana y tarde, me acompañaba hasta la antigua escuela de música de la calle empedrá para recibir las clases de mis primeros cursos de música. De aquí el hecho de que esta marcha haya quedado guardada en mi memoria tanto por recordarme la primera vez que salía como músico en Semana Santa, como a mi abuelo materno, quien de algún modo estuvo muy ligado a mi infancia y a los inicios de mis estudios de música.

Oremos es una marcha en la que simbólicamente queda reflejado el curso de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte, algo que he podido ver plasmado en cada una de las tres partes que conforman la estructura musical de la obra. No obstante hay que recordar que Ricardo Dorado fue uno de los compositores más representativos dentro de nuestro panorama musical cofrade, compositor de otras marchas tan conocidas como; Mater Mea, Cordero de Dios o Getsemaní, entre otras…

Manuel Marín Rodríguez

Toque de Oración - Plaza Mayor

Toque de Oración - Plaza Mayor por Alejandro Ortega

No sé muy bien por dónde empezar, quizás esta obra sea una de las más solemnes y que evoca más sentimientos por su carácter de despedida de la vida hacia la muerte o quizás a otra vida. Para mi representa un todo en la música, una muestra de que una vida sin música no es vida. Podría recordar muchas marchas de Semana Santa y todas tendrían un algo especial para mí, pero mi elegida es Toque de Oración, porque es uno de los pocos nexos que me quedan con el paso de los años entre mi abuelo y yo, ¿por qué? pues así comienza mi humilde historia semansantera en Cieza...

Desde niño, la afición musical de mi querido abuelo Pepe me hizo conocer tantas y tantas marchas de Semana Santa antes de que tan siquiera pudiera entonarlas, cosa que haría más tarde con la trompeta que él y mi abuela me regalaron allá por el 99. Era difícil no sentir en casa la semana santa, y es que cómo no sentirla viviendo en la ya desaparecida esquina del cocodrilo, dónde tantas mañanas admiraba a aquellos músicos que derrochaban arte por los cuatro costados, pero a pesar de todo, ninguna de aquellas marchas es mi elegida.

Esta obra ilustra muchos sentimientos, una mezcla de añoranza, tristeza pero también felicidad. Hace unos cuantos años, un 12 de Noviembre de 2006 (demasiados ya), mi maestro, mi mentor y sobre todo aquel que me enseñó todo cuanto sé de música, me dio la oportunidad de hacer de solista y además dedicarle esta obra a mi abuelo fallecido, José Ortega Rojas, al cuál consideraba tanto o más que un padre, acompañado de los mejores, de mi banda, de la banda de Escuela Municipal de Música dirigida como no por Don Francisco García Alcázar, mi maestro, el maestro.

Fue una mañana de noviembre y la recuerdo como si fuera ayer, es complicado de expresar con palabras pero algo mágico se creó en el ambiente de la grandiosa Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, mis compañeros y compañeras entonaron ese acorde mágico que marca el comienzo del solo de trompeta que me hizo levitar y estar más cerca de él mientras la vidriera principal de la basílica relucía como si de algo divino se tratase. Siempre le estaré eternamente agradecido por darme aquella oportunidad de mandar ese toque, ese solo de trompeta que él nunca pudo llegar a ver pero que tantas veces me susurró y como no también agradecer a mi banda por acompañarme en aquella mañana. Digo esto porque quizás la juventud no me permitió agradecer todo esto.

Unos años después volví a sentir lo mismo, esta vez fue en nuestra querida Semana Santa con la imagen de la Santísima Virgen de la Piedad esperando el toque de oración para que el hijo que yace entre sus brazos descansara en la Basílica la Asunción afincada en la Plaza Mayor de Cieza. Una vez más comenzó ese acorde místico que da paso al toque de oración divino que tuve la suerte de poder interpretar (de nuevo) y que mientras miraba fijamente el rostro de aquella mujer con lágrimas en sus ojos, mi cuerpo y alma se convertían en uno.

Como músico ciezano y semanasantero, las calles de Cieza en Semana Santa suenan a algo, tienen su sintonía propia, muchos rincones quedan por descubrir pero sin duda para mí la Plaza Mayor suena a Toque de Oración.
Gracias amigo Pascual por darme esta oportunidad de poder describir con palabras lo que con música siento, y sin nada más, os dejo un vídeo dónde he resumido esa experiencia que yo viví aquel maravilloso 12 de Noviembre de 2006.

“Oh Toque de Oración
que con tu melodía
despides a aquellos
que parten...
Oh Toque de Oración
que con tu melodía
devuelves al recuerdo
a aquellos que partieron”


Alejandro Ortega.

viernes, 4 de abril de 2014

El Prendimiento (Francisco García Alcázar) - Calle San Pedro y Plaza Mayor

El Prendimiento (Francisco García Alcázar) - Calle San Pedro y Plaza Mayor por Lourdes Ramos Lucas

Cómo todo ciezano sabe, no hay persona que no sienta algo de afecto por su Semana Santa, en especial por alguna de las marchas que tanto para unos como para otros simbolizan algún momento en concreto, algún lugar, algo que cada vez que la escuchas, se te ponen “los pelos de punta”.

Este es mi caso en concreto. Como cada Miércoles Santo en la noche, tradición que desde pequeños nos enseñan, desfilábamos con la imagen del Santo Cristo, donde mi madre nos vestía a mí y a mi sobrino, nos cogía de la mano y nos subía a la Iglesia de la Asunción donde mi padre me esperaba para ponerme delante de la imagen y poder escuchar a la Banda de la Escuela de Música, dirigida por el maestro García Alcázar. La banda interpretaba las marchas para que los anderos y la gente que esperaba a la imagen sentada en las calles, lo hiciera de manera satisfactoria. Pero era allí, delante de la esquina de la Casa de los Santos, casi llegando a su recogida donde la banda, mi ahora banda, tocaba “El Prendimiento”, donde con los ojos húmedos, mariposas en el estómago, y mis oídos puestos en esa marcha, me obligaba que al terminar me acercara a mi padre a decirle: “Papá, yo quiero estudiar música, a eso que me hace sentir tanto” a lo que mi padre me respondía: “Todo llega, pero lo conseguirás.” Y así es.

Llegaba Viernes Santo en la mañana, donde mi madre, cogía a mi sobrino y a mí, y nos dejaba en la Iglesia, y antes de salir nos arreglaba el cíngulo. Mi padre, me volvía a poner cerca de la imagen, para poder escuchar a la banda, que tras varios penitentes se oía a lo lejos por la Calle San Sebastián, pero era allí, aquel lugar donde sin saber cómo ni porqué, se me ponían los ojos llorosos al escuchar de nuevo, “El Prendimiento”, al volver a sentir esa sensación corriendo por mi estómago. Como todo Viernes Santo en la noche, al no poder desfilar niños, esperaba en la Calle Larga a mi hermandad, en la que desfilaba y desfilo ahora con mi banda. La esperaba a su paso y sentada en una silla al lado de mi hermana, donde podía escuchar algunas de las otras marchas, pero no obstante, al terminar la procesión por donde yo estaba sentada, corría de la mano de mi hermana por el Callejón de la Virgencica, y bajaba hasta la Casa de los Santos, donde por última vez podía volver a escuchar esa marcha, esa sensación, la última hasta el próximo año, la última vez que le podía repetir a mi padre la frase que seguro jamás olvidará.

Creo que he expresado lo que es para mí estudiar música, el orgullo que me hace hacerlo, y sobre todo, escuchar esa MARCHA, que para mí es algo más, “El Prendimiento”.

Lourdes Ramos Lucas

*(La Marcha de El Prendimiento de Francisco García Alcázar no está grabada, ni hay de momento vídeos donde se pueda escuchar, así que l@s curios@s que quieran escucharla, tendrá que hacer como relata esta entrada, y pasarse a ver la última marcha que interpreta la banda juvenil de la escuela de música de Cieza antes de que el Cristo del Consuelo se recoja, en la calle San Pedro y Plaza Mayor)*

jueves, 3 de abril de 2014

Adagio de Albinoni (Remo Giazotto) - Calle Cadenas

Adagio de Albinoni (Remo Giazotto) - Calle Cadenas. Por Samuel Buitrago Rodríguez

Cierto es que no soy músico, y mi experiencia no va más allá del inicio de la saeta con la flauta dulce(algo es algo), pero no menos cierto es que considero a la música una parte fundamental de mí, que me ayuda a evadirme en momentos de angustia, y a encontrarme ante la inmensidad, que me calma cuando todo es negro y me acompaña en horas de soledad. Si empezase a hablar de instantes mágicos en la Semana Santa tal vez me tomarían por loco; “la madrugá” en la calle Angostos durante la eterna noche de Viernes de Dolores, “al señor de Sevilla” cuando aparece en el pórtico de la Asunción el Santísimo Cristo de la Sangre llegado el Lunes Santo, el solo de “a ti manué” tras el Cristo de la sed una radiante y soleada mañana de Viernes en el repleto ciezanísimo Paseo… Demasiados que contar, y algunos que por entrañable egoísmo deseo guardar.

Sin embargo, no les voy a hablar de una marcha; el compositor de esta pieza jamás imaginaría que melodías salidas de su corazón, tomando después forma con suaves notas en su cabeza, darían personalidad y formarían a su vez una conjunción perfecta con la noche de las noches para los ciezanos que sentimos dentro la magia de las procesiones. Es madrugada de Viernes Santo, y en la distancia, la torre de la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción reclama la presencia de un cristo agonizante que nunca muere; tres campanadas, una por cada uno de los clavos que desde hace mucho le sostienen sobre una muerte anunciada, y a pesar de todo, en la calle Cadenas apagada, sigue alumbrando vidas tan solo con su mirada. Son pocos los que quedan en el tramo final de la carrera, y es allí donde se mantienen las conversaciones más profundas, precisamente en el silencio de la intimidad…
Qué solos estamos, señor, entre tanta gente.
Y es allí donde suena, donde el cansancio no supera a las ganas, donde el silencio y la oscuridad ofrecen una verdad que solo rompen los cuatro faroles de plata que alumbran al Santísimo Cristo de la Agonía con tibia luz, y donde le acompañan endulzando sus anhelos los violines que interpretan el Adagio de Albinoni. Yo le espero donde siempre, en aquella esquina que cruza con Calle Empedrá, apoyado en la pared cansado tras haberle cargado junto a mis miedos y mis dudas, y otro año más, qué rápido pasa por mi lado, que en un suspiro, antes de parar el tiempo, ya se ha marchado.

Esta pieza se repite en varios puntos durante el recorrido, pero cobra mayor dramatismo si cabe precisamente allí, en la Calle Cadenas, dónde los hermanos de la Hermandad disfrutamos la procesión un poquito más, porque todo ha salido bien, y la tranquilidad aflora de nuestros inquietos corazones. Salí por primera vez como nazareno en esa procesión en el año 2007, después de verla desde el asombro de la infancia durante muchos años, para al siguiente, 2008, disfrutarla como andero, y hasta hoy. Siempre he tenido la suerte de tenerle cerca, y si incomparable es la procesión, incomparable es llevarlo sobre tus hombros con el Adagio. No me avergüenza reconocer que he llorado en esta procesión y en otras muchas, de alegría por todo lo sucedido, y de dolor porque se pasa tan rápido como se pasa lo intensamente vivido. La Semana Santa está llena de momentos mágicos que compartir, y espero que tengáis la oportunidad de disfrutarla y de vivirla, mínimo, tan intensamente como yo.
Un abrazo.

Samuel Buitrago Rodríguez

miércoles, 2 de abril de 2014

Semana Santa Ciezana (José Gómez Villa) - Calle Larga

Semana Santa Ciezana (José Gómez Villa) - Calle Larga por Joaquín Molina Ruiz

Me siento algo extraño escribiendo estas palabras, por el hecho de no ser Ciezano, aunque todo hay que decirlo, me siento un ciezano más cuando se trata de semana santa.
Son muchos años ya los que soy participe de la Semana Santa de Cieza, tocando con varias bandas, en varias procesiones (por no decir en todas), por lo que puede parecer raro que un Abaranero se conozca las calles y lugares de las procesiones de Cieza como uno más... pero así es.

El escribir en el blog de Pascual es bien sencillo, se titula “Emociones y música en las calles de la Semana Santa de Cieza” y yo personalmente me siento superidentificado con este título, ya que mi vida desde muy pequeño gira en torno a la música (cada día que pasa más) y al hecho de querer sentirla y emocionarme con ella, por eso una de mis épocas favoritas es la Semana santa, donde disfruto enormemente desfilando con mi asociación (Asociación músical juvenil “No Tenemos Prisa”) por las calles de Cieza desde hace ya varios años.

Con esto que he comentado, me resulta muy difícil hablar de una marcha en concreto, ya que para mi cada marcha procesional transmite algo diferente y llega de manera distinta a la gente. Comparto con el maestro Francisco García que la marcha que mas me emociona y me llena al escuchar e interpretar es “MEKTUB” (estaba escrito), pero en este caso voy a hablar de otra marcha, que para los Ciezanos en Semana Santa (me incluyo) es algo de lo que se sienten enormemente orgullosos, de su “SEMANA SANTA CIEZANA”, del maestro Gómez Villa.

Es una marcha que yo nunca antes había escuchado y menos tocado. Fue el primer año que toqué en Cieza en sus procesiones, hace ya unos 6 o 7 años mas o menos, cuando en la calle larga (me acordaré siempre) pusimos esta marcha y yo la toque por primera vez, tocando su famoso solo de trompeta. Al terminarla comenté con algunos compañeros que esa marcha no me decía nada, no me llegaba a transmitir nada en comparación a otras marchas como Mektub, Jesus cautivo, Hosanna in excelsis, La cruz de doble brazo... etc. Pero no sé porque, a los días volví a tocarla, en la misma calle... y ya no fue lo mismo. Fue cuando me di cuenta de lo que significaba la semana santa en Cieza para mi, por lo que no puedo evitar acordarme de ese momento cuando alguien habla de Semana Santa, el momento de jueves santo el estar interpretando esta marcha por esa calle estrecha, tocando su solo de trompeta bajo el tenue acompañamiento que realiza la banda al solista; Es por lo que intento que todos los años se interprete en el mismo sitio, siendo para mí una marcha especial y mas siendo trompetista.

Una vez un compañero me escuchó tocar ese solo y me dijo: Has tocado genial, pero no creo que pudieses tocarlo como lo tocaría o sentiría un Ciezano... Con el paso del tiempo me di cuenta de que eso no era cierto.

Joaquín Molina Ruiz

martes, 1 de abril de 2014

Jerusalén (José Vélez) - Calle San Sebastián

Jerusalén es mi marcha favorita de semana santa, la conocía de escucharla cuando de pequeño desfilaba con la Verónica, pero la marqué como mi favorita el día que la toqué con la banda por primera vez. La imprescindible en cualquier repertorio, y por mucho que pasan los años y descubro marchas nuevas, esta sigue siendo mi preferida. Es sin duda la marcha que más me ha puesto los pelos de punta, ya sea tocando por la calle o en un concierto. Y me trae a la cabeza montones de recuerdos.

Es una marcha de José Vélez, compositor calasparreño muy cercano y muy conocido, que ha compuesto tres marchas que llenan nuestros repertorios de gran calidad, y las tres gustan mucho, “El evangelista”, “Jerusalén”, y “La caída”, y este año una cuarta, “Mesopotamia”, que se estrenó hace apenas unos días. Gracias a mi director Paco, tuvimos la suerte de conocer a José Vélez, incluso que nos dirigiera en alguna que otra ocasión, como en un concierto en la pequeña iglesia del convento de las monjas claras de Cieza. Para un enamorado de sus marchas, que con dieciséis años te dirija el maestro José Vélez fue como un sueño hecho realidad y todavía tengo colgada en mi habitación una dedicatoria suya.

Sería incapaz de quitar esta marcha de algún día, me gusta mucho, como he escrito antes, para mi junto a Semana Santa Ciezana, Cristo del Perdón y alguna más, es de las imprescindibles en cualquier repertorio de banda que desfile en nuestra semana santa. Creo que es una marcha para que sobretodo se interprete en calles medianamente anchas, mi lugar preferido para tocar Jerusalén es en la calle San Sebastián por las noches. Es el sitio donde más la he tocado, y es donde más recuerdos me vienen a la cabeza, exagerando los matices para remarcar las tensiones, marcando el paso bien fuerte cuando a la vez soy con la tuba, el que va marcando el ritmo de la banda, y casi bailando (eso lo conoce bien mi compañera y amiga Paquita) mientras camino acompañando las preciosas melodías que van apareciendo.
Es difícil olvidarte de lo que pasa alrededor mientras vas desfilando con 50 compañer@s más y con mucha gente que está sentada viendo la procesión y te mira cuando pasas por su lado, pero a mi es lo que más me gusta hacer. Interpretar junto con el resto de la banda pero como si estuviera solo, cerrar en ocasiones un poco los ojos y olvidarte por un momento de todo, paso firme en los fuertes, y balanceo en los suaves, volar tus pensamientos al aire, y tocar como si tocaras Jerusalén por última vez. Marcha cañera donde las haya, para disfrutar desde dentro y desde fuera, para que te lleve, donde la música te quiera llevar. Si la interpretación es buena, los pelos de punta están asegurados.

Se me queda corto expresar lo que me regala esta marcha, pero creo que lo mejor es escucharla, y que cada uno la defina como buenamente pueda. Yo dudo que alguna marcha pueda desbancar la que es y ha sido mi favorita desde siempre.

Pascual López Sánchez



domingo, 30 de marzo de 2014

A ti Manué (Juan José Puntas Fernández) - Calle Buen Suceso

A ti manué y la luz de Viernes Santo, por José Ángel García Gómez

Si hay un día con una Luz especial es Viernes Santo, ese día que el ciezano está esperando todo un año que llegue y todo un día esperando que no se acabe. Y de todas las procesiones generales, si hay una con una personalidad más acentuada que la demás esa es la del Penitente, quizás y sobre todo por esa luz del Viernes Santo.
Casualidades o no, la Procesión del Penitente discurre en Cieza mientras está terminando “La Madrugá” sevillana, y ese pasar de “los santos” por calles más abiertas en la carrera ciezana, coincide con el sevillano de recogida a esas mismas horas en sus templos, y con todos estos paralelismos, cómo no iba a parecerse la música de dos momentos tan hermanos.
Por eso mi marcha y mi recorrido en la carrera, son “A ti Manué” al final de la calle Buen Suceso, y sonando a la misma hora que suena por las calles del sevillano Barrio de San Román cuando la Hermandad de Los Gitanos agota sus últimas horas de “La Madrugá” por las calles de su barrio, siendo ya el mediodía del Viernes Santo, siendo ya “la hora”.

Originariamente en 1990, Juan José Puntas dedicada la marcha a su padre, devoto de esta Hermandad y de su “Señor de la Salud”, pero al final y tras el éxito conseguido por la misma y la petición de un íntimo amigo decide hacerla extensible a la Cofradía, pues como el bien dice, no hay mejor Homenaje a D. Manuel Puntas, que comparta estos sones con sus hermanos de los Gitanos.
La marcha muy melódica de principio a fin, cuenta con un especial pasaje que la hace más singular y es su extraordinario y largo sólo de trompeta que la hace emocionante, rompiendo después no de forma brusca y espectacular, sino que recuperando el tema central de la melodía, para después sí romper en un final más acentuado. Por su estructura acepta que se incluyera letra y eso ayuda a entender mejor el contexto, el momento e incluso los sitios para los que la marcha se compuso, con todos esos alicientes ya está considerada como el Himno oficioso de la Hermandad de los Gitanos.

De San Román viene Jesús al clarear la mañana sosteniendo su cruz.
Entre oro, lirios y rojo clavel dios rezo entre fragua y fe.
Nazareno de la salud eres día, mi guía, mi rumbo y mi luz.
Entre llantos de amanecer tu hija que va llorando por ti Manuel.




Lo que no saben en Sevilla es que a esas horas que se recoge su Hermandad, a más de 600 kilómetros de distancia, una Cofradía ciezana, la del Cristo de la Agonía ha elegido esos mismos Sones para que su Paso Jesús en el Calvario agote sus últimos momentos en el adoquín ciezano, porque se acerca “la Hora”, porque se desvanece ya la Luz, esa Luz de Viernes Santo.



José Ángel García Gómez

jueves, 27 de marzo de 2014

Entrada de El Santo Sepulcro/ In Nomine Domini (Antonio Salmerón Morote) - Calle Cartas

Entrada de El Santo Sepulcro/ In Nomine Domini (Antonio Salmerón Morote) - Calle Cartas Por Antonio José Contreras

Muy buenas a todos los lectores de este blog y en especial a los que ahora mismo leen este artículo. En primer lugar, reconocer la idea de Pascual, un lugar donde los semanasanteros puedan expresar sus sentimientos hacia su semana santa, la de Cieza, como bien sabéis todos, declarada de Interés Turístico Nacional hace bien poco, aunque para mi ese galardón o distinción, como se le quiera llamar, se queda más bien corto.
En esta ocasión, no voy a nombrar ninguna calle en concreto del recorrido, ya que este acontecimiento transcurre en la calle Cartas, excluida del recorrido oficial, excepto para la cofradía de la Oración en el Huerto y Santo Sepulcro, más conocida como “Los Dormis”. Esta tiene su Casa-Museo en esa calle, lugar donde guardan durante todo el año con cariño y devoción, sus pasos procesionales. La entrada de Jesús en Jerusalén, popularmente conocida como “La Burrica”, La Oración en el Huerto, uno de sus titulares, sin olvidarnos de La Caída, La Unción en Betania o El Ángel Triunfante, pero sin ninguna duda para mi, hay un paso que quizás, con el transcurrir de los años, está provocando una verdadera devoción por todo hermano “Dormis”, el Santo Sepulcro, o como yo, cariñosamente le llamo, “La cama”.

Aún recuerdo, las tradicionales remolachas de los tercios infantiles de nuestras cofradías y hermandades. En ese tiempo, ponernos la túnica de nuestra hermandad era síntoma de alegría por reencontrarnos con amigos, que por estudiar en otro colegio, vivir en otro barrio o incluso vivir en otra ciudad, solo te reencontrabas con ellos esa maravillosa semana de pasión. Las procesiones en este tercio, se vivían muy distintas, no había sufrimiento alguno y nuestro objetivo principal era repartir cuanto antes las bolsas de caramelos, que nuestras madres nos cargaban en la barriga, entre el público allí presente.

Ya desde muy pequeño, mi devoción por los Dormis ha sido muy fuerte, ya que he seguido los pasos de gran parte de mi familia. En especial, recuerdo las tardes de Miércoles Santo, donde empecé a dar mis primeros pasos como andero, claro, al ser un “enano” solo cabía la posibilidad de procesionar con el “Angelico”. Mi sueño era algún día llegar a sacar a hombros a los “santos grandes”.
Seguro que a más de un lector le está saliendo la típica sonrisa, al recordar los viejos y buenos tiempos.

Llegó el día de dar el paso al tercio de anderos. Perfectamente recuerdo ese día en el que me estrené, Domingo de Ramos de 2008. Ese día cambié la palma por la vara. Ese día mi vida cambió por completo.

Pasó la semana y mi hombro cada vez iba más dañado, pero no podía rendirme antes de llegar al día por excelencia de la semana santa ciezana: Viernes Santo.
Por primera vez iba a portar la obra cumbre de Manuel Juan Carrillo Marcos, imaginero ciezano que hizo de un simple Cristo yacente, custodiado por 4 ángeles, el verdadero porqué de ser un hermano "Dormis" y por supuesto de estar orgulloso de pertenecer a la mejor semana santa del mundo, la de Cieza.

Viernes Santo por la noche, procesión del Santo Entierro, 23:30, relevo del Rincón de los Pinos, la "Cama de Cristo" dobló la esquina y los nervios se apoderaron de mí. Me quedé impresionado ante la belleza de este paso y sobre todo del cariño con que lo llevan los anderos "dormis". La imagen del Cristo yacente y sus 4 ángeles se poso a mis pies. Era la hora de meterme por primera vez en ese trono. Desde el primer momento, sabía que ese día, mis compañeros de vara, entre los que se encontraban mi primo Rubén, mi padre, mi tío "Mancebo", el "Candelo", Juan “Nicolás”, el "Chalpuelo," y su hijo Alejandro, y del relevo en general, estaban muy raros. El respeto, la devoción y la admiración se iba trasladando de una vara a otra y "La Cama" flotaba sobre las calles del casco antiguo de Cieza al son de marchas fúnebres, que acongojaba aún más si cabe. Con el paso del recorrido este sentimiento iba en aumento hasta que llegó el momento. El cabo de vara, tocó la campana y la "Cama de Cristo" descansó ante la Basílica de La Asunción. Los más veteranos de mi vara me decían que había llegado el momento más especial de la semana para un "dormis". Esas palabras, me ponían más nervioso de lo que estaba. Sonó de nuevo la campana para enfilar la calle Cartas. Al doblar la esquina, con las luces apagadas del alumbrado público, solo se podía ver con las luces que portaban los ángeles custodios del trono y con los báculos de la hilera de nazarenos que nos acompañaban esa noche. El tambor de la banda de música dejó de tocar, y un tambor sordo lo relevó. El silencio era el protagonista en esa calle. En ese momento, solo se podía escuchar algún que otro crujido de alguna vara, el "arrastrar" de los pies de los anderos, tan típico en nuestra localidad y algún que otro suspiro más fuerte de lo común.

Al llegar al portón de la Casa-Museo de "Los Dormis", una voz rompió con el silencio de ese instante. Si, me era muy familiar, era Luis Carlos Roldán, hermano y andero de nuestra cofradía. Iba a orarle unas palabras al trono. Por primera vez lo iba a escuchar como andero y no como público o incluso como nazareno.

"Señor, el día ha sido largo, pero aún con cansancio hemos sacado fuerzas para llevarte esta noche. Es Viernes Santo, es una noche especial, a los "dormis" y a Cieza nos hierve la sangre de tu sufrimiento. Te entregaste por nosotros y no te dejaremos solo. Los que se fueron antes esta noche han estado aquí, con nosotros en la vara, y hablan de ti. Y hoy señor te dejamos aquí pero no estás solo. Al cerrar el portón, los dormis te llevaremos cerca cada noche del año, para pedirte fuerzas y poder alumbrar el nuevo caminar de cada día. No, señor, no estás solo, estamos nosotros como hermanos, estamos todos, esperando tu amparo y tu perdón y con la esperanza de tu resurrección. ¡Que suene el tambor!
La túnica morada nos hace sentir la penitencia, y señor haremos el bien como tú lo dices, hasta la feliz resurrección ¡Que suene el tambor!"

Al acabar esas palabras, mi rostro se convirtió en un verdadero río de lágrimas. Era una sensación difícil de explicar. La marcha In Nomine Domini comenzó a sonar y "La Cama" empezó a desaparecer poco a poco para que el portón se cerrara. Al cerrarse el portón y bajar cuidadosamente en brazos el trono, la tristeza inundó la cochera. Algún que otro nazareno y andero, no podían contenerse la emoción y rompían a llorar mientras se abrazaban unos a los otros. Un ritual que se me quedó marcado para siempre y por el que estoy haciendo el esfuerzo de escribir estas palabras, sin emocionarme de nuevo.

Quería terminar, dándole las gracias una vez más a Pascual, por darme esta oportunidad, sin olvidarme de las personas que han hecho posible que haya podido vivir este momento.

¡VIVA LA SEMANA SANTA DE CIEZA!

Antonio José Contreras

martes, 25 de marzo de 2014

La Cruz de doble brazo (Ignacio Sánchez Navarro) - Calle Larga

La Cruz de doble brazo (Ignacio Sánchez Navarro) - Calle Larga por Antonio Jesús Hernández Alba

Muchas son las marchas y muchos los recuerdos de esas Semanas Santa que ya se difuminaron en el tiempo. Podría hablar de cómo, cuando solo era un niño, la imponente melodía del Himno Nacional me lanzaba de un salto al balcón, que da a la calle Cánovas del Castillo, para comprobar qué “santo” salía o entraba. Podría hablar de cómo a cualquier ciezano se le ensancha el corazón y la emoción le recorre la cara cuando de la calle San Sebastián se escapa el solo de Semana Santa Ciezana; o cómo, al llegar a las Claras, el Adagio de Albinoni mece la silueta del Cristo de la Agonía en el más absoluto recogimiento.

No, hoy mis palabras quieren describir un momento que, realmente, me ha marcado como procesionista y músico ciezano. Para encontrarlo en mi memoria he de remontarme hasta la noche del Miércoles Santo de 2009, fecha en la cual acompañé como músico al Santo Cristo por primera vez. Es cerca de la una de la madrugada cuando la adorada Imagen franquea la calle larga y la Banda de la Escuela de Música, mi banda, a la señal de la caja, comienza a emitir las notas de una sutil melodía que, cada año, el genio musical de Ignacio Sánchez Navarro nos regala. Estoy hablando de “La Cruz de Doble Brazo”, una marcha cuyo inicio es apenas un susurro de clarinetes que pronto desemboca en un crescendo, creando así un clima perfecto para la oración. Poco a poco, sus notas van tejiendo una melodía y una armonía tales que parece que la propia música llorara, mientras que el Santo Cristo se mece en el estrecho y poco iluminado principio de la calle. Cieza entera contiene el aliento expectante, la dorada cruz parece que quiere acariciar las añejas paredes, mas nunca las roza. Una mano aparece en una ventana, acariciando la ensangrentada mano del Señor, fundiéndose con ella en un abrazo temporal. Es en ese preciso instante en el que el tiempo parece detenerse. El silencio, apenas roto con los delicados acordes de esta gran obra, se mezcla con la dolorosa luz de las tulipas y el suave vaivén del sudario. Acaso sea por la música, acaso por la presencia del Cristo y sus tres ángeles, acaso por el fervoroso ambiente, pero nadie, semanasantero o no, queda indiferente a este momento.

Mi alma retuvo cada detalle de aquel día, de aquello minutos en los que solo existían el Cristo y la Música, y los grabó en lo más profundo de mi memoria junto con el recuerdo de mi abuelo, en aquel entonces herido por una enfermedad de la que no se recuperaría. Esa noche entoné una silenciosa oración hacia los cielos mientras esa música me envolvía de tal manera que casi podía palparla.
Desde entonces, cada año espero fervientemente reencontrarme con el Cristo del Consuelo al llegar a la calle larga y tocarle la Cruz de Doble Brazo mientras avanza lentamente hacia la Esquina del Convento. Quiero revivir ese momento en el que incluso el viento se calla y la luz lunar parece apagarse, dejando solo el resplandor rojizo del Santo Cristo del Consuelo. Incluso ahora, mientras escribo estas líneas, cierro los ojos y siento el frío de la noche en mi piel, veo la florecida cruz deslizarse a un lado y a otro y siento que la garganta se me anuda y las lágrimas cristalizan mis ojos.
El recuerdo de Higinio Alba, aquel que me instruyo (junto a mis padres) en la Fe y en el amor a la música, está presente cada noche de Miércoles y Viernes Santo mientras las últimas dulces notas se funden con el silencio de la calle larga al alejarse por ella.

Antonio Jesús Hernández Alba

domingo, 23 de marzo de 2014

Semana Santa Ciezana (José Gómez Villa) - Calle Cánovas del Castillo

Semana Santa Ciezana (José Gómez Villa) - Calle Cánovas del Castillo. Por Francisco Javier Oliver Juliá

Para una gran idea y por petición de un compañero en lo musical, de hermandad, un amigo y alguien que me ha visto crecer y sabe muy bien mi pasión por algo que, para nuestro pueblo, va mas allá de lo religioso: La SEMANA SANTA CIEZANA.

Sí, la marcha más importante para la semana grande de nuestro pueblo, es la protagonista de mi historia y posiblemente, porqué no, para la de otros.
Para definir esta marcha con una calle tengo que remontarme a mi infancia, y concretamente a esos viernes santo por la noche que como niño, no podía desfilar en la procesión, excepto un año que por razones del destino, con 5 o 6 años pude realizar todo el recorrido junto al director de la banda en la que ahora toco, Francisco García Alcázar, noche que recuerdo con mucho cariño.

Cada viernes noche, tras ver la procesión, corría como un loco arrastrando a mi hermana hacia la puerta de la casa de los santos, donde mientras el solo de Semana Santa Ciezana entraba por mi oído, contemplaba con mis ojos y la ilusión que solo tiene un niño como la Santa Verónica, MI VERÓNICA, que ahora solo puedo ver salir por motivos musicales, se adentraba en la calle Cánovas del Castillo acompañada de la banda en la que bastantes años después sería miembro, con la gran composición del maestro Gómez Villa. Ese momento en el que el paso titular de la que siempre será mi hermandad por encima de todo, se balanceaba hacia los lados a los hombros de sus pocos y cansados anderos, mientras el maestro García Alcázar tomaba prestada la trompeta de uno de sus músicos y tocaba el solo de SEMANA SANTA CIEZANA, haciendo de ése, un momento único.

Tal vez no era una entrada como la de otros pasos actualmente, pero para mí era un momento especial. Los pelos sobrepasaban el calificativo de ‘de punta’ y la emoción hacia que mis ojos se llenaran de lágrimas por un instante. Inexplicablemente, era un momento increíblemente especial, el cual todavía no sé ni cómo relato. Semana Santa Ciezana, por esa llegada y tal vez, porque mi padre me dormía con ella con solo 2 años, será especial, y mientras la escuche y la toque, recordaré siempre ese momento y ese lugar.

Francisco Javier Oliver Juliá

viernes, 21 de marzo de 2014

Getsemaní (Ricardo Dorado) - Calle Cánovas del Castillo

Getsemaní- Calle Cánovas del Castillo por Almudena Gómez Hortelano

Son muchas las marchas y los momentos que 'nos tocan la fibra'. Después de tantos años, una se da cuenta de que la música se ha convertido en su vida. Algunos tenemos la suerte de vivir cada nota, cada acorde, y sentir cómo recorre nuestro interior, desde el dedo gordo del pie hasta el último pelo de la cabeza, como si cada segundo fuese un minuto, como si el tiempo se detuviese, o se ralentizase, para que el sentimiento sea mayor. Esta vivencia de la que hablo me pasa a mí, personalmente, con cualquier música de calidad que llegue a mis oídos, pero claro está que si hay que destacar algún aspecto de las marchas fúnebres y/o de procesión, ese será, bajo mi punto de vista, el enorme sentimiento que despiertan.
No sé si podría hablar de una marcha favorita, pero siempre hay alguna que ocupa un lugar privilegiado en el ranking personal de cada uno. A veces puede tener una explicación lógica, como la relación con algún ser querido o algún lugar clave, como en el caso de la entrada anterior de Paquita y Toñi de Santo Traslado en la calle Diego Tortosa. En mi caso, la marcha sobre la que voy a escribir ('Getsemaní', de Ricardo Dorado) y la calle con la que la relaciono (calle Cánovas del Castillo), no guardan nada de especial, pero fue un momento de esos en los que la sensibilidad aflora más de la cuenta, y el sentimiento vivido al escuchar una pieza así es más fuerte de lo normal.
Fue una mañana de Viernes Santo, cuando todavía tocábamos detrás de algún trono que salía de la cochera de los santos. El ambiente que se respiraba en la calle de la cochera mientras esperábamos para salir era agradable; músicos de distintas bandas, las calles llenas de instrumentos, los unos viendo desfilar a los otros, con sana admiración. Pues bien, esa mañana, cuando acabábamos de salir, dirección a la confitería de 'La cañeta', justo a la altura del cruce con la calle Santo Cristo, estuvimos parados un buen rato, y Paco, nuestro director, decidió que interpretásemos una marcha que estábamos mucho tiempo sin sacar de las carpetas, de hecho yo ya llevaba bastantes años en la banda y nunca la había escuchado. Esa marcha era 'Getsemaní'. En los casi 9 minutos que dura, no nos movimos del sitio. Los anderos nos escuchaban apoyados en las varas y un 'chorro' de músicos de otras agrupaciones iban llegando a la iglesia y a la cochera para esperar a que saliera el trono al que tenían que acompañar. Yo, al estar parados y en un sitio en el que todavía no hay mucha formalidad en el desfile, por decirlo de alguna manera, puesto que se acaba de iniciar el recorrido, me permitía el lujo de girarme para así poder ver a todos mis compañeros formados tocando aquella 'cosa' maravillosa, lo cual me removía todavía más. Fue ese momento, el conjunto de lo visual y lo auditivo, esa situación, una de las que más se quedó grabada en mi interior, hasta el punto de que cada vez que escucho esta marcha, que son muchas, parece que siento en mi cara el aire agradable de primavera que corría esa mañana de Viernes Santo, en esa esquina, con esos músicos yendo y viniendo, esos anderos mirando... En ese momento descubrí una marcha que se convirtió en una de las que más sentimiento despiertan en mí, una marcha que comparto en admiración con mi gran amigo Pablo Penalva, y sobre la que siempre hablamos cuando se acerca este momento del año.
No soy una persona practicante, tampoco creyente, no tengo la suerte de tener esa fe a la que algunos se agarran en los momentos más difíciles, pero lo que sí tengo claro es que, independientemente del sentido religioso, adoro la Semana Santa. Las calles cobran vida, cada esquina suena, y dos de las grandes artes, música y escultura, se unen para convertir el lugar en un museo vivo con banda sonora completa que hacen de esa semana una semana mágica.

Almudena Gómez Hortelano

miércoles, 19 de marzo de 2014

Crucifixus (José Alberto Pina) – Plaza Mayor

Crucifixus (José Alberto Pina) – Plaza Mayor. Por Joaquín Caballero Segura.

Quien verdaderamente me conozca sabrá o habrá comprobado que yo nunca he estudiado para ser músico y tampoco pertenezco a ninguna banda en particular, pero siempre he sentido un enorme entusiasmo por la marcha procesional, cada una de ellas ha marcado un antes y un después en mi trayectoria por las bandas de música (aunque tan solo como oyente).

Fue en el año 2011 cuando me ofrecieron por primera vez participar como andero en el Vía-Crucis Procesional del Santísimo Cristo de la Sangre, el Lunes Santo, a mí me hacía mucha ilusión pero a la vez dudaba en participar, parecía raro, pero como que me venía grande salir esa noche. El caso es que al final tuve que aceptar gustosamente.
Siempre es sabido que cuando el “Cristo de la Sangre” sale del pórtico de la Basílica de la Asunción, suenan las notas de “Al Señor de Sevilla” de Abel Moreno, pero ese año y quizás por cuestiones del destino, sonó Crucifixus. Tan solo la había escuchado (por vídeos) un par de veces hasta ese momento, no prestándole la suficiente atención merecida. En ese instante la Plaza Mayor enmudeció, las notas reflejaban un sentimiento nunca imaginado pero que se repetiría año tras año.
En el año 2012 y 2013, la marcha se convirtió protagonista a la entrada del Santísimo Cristo de la Sangre en la Plaza Mayor, los asistentes atónitos han sentido un enorme respeto y admiración por esta composición, clave para los desfiles procesionales de nuestra Semana Santa, clave para algún momento en especial y sobretodo clave para el Ciezano.
Al hilo de todo lo narrado anteriormente y de lo que es una marcha procesional, esta no es totalmente difícil en su planteamiento como tal, me explico; una marcha, desde la primera vez que la escuches, tiene que ser un claro ejemplo de deseo de volver a escucharla, se tiene que diferenciar de las demás, teniendo claro el desarrollo, trío y re-exposición del tema, y sobretodo y lo más importante, debe de tener un momento, ese momento lo elegimos cada uno de nosotros, es algo muy particular. Para mí el momento de esta marcha es y será la Plaza Mayor. Y no cabe la menor duda que sonará en la Calle San Sebastián al paso de la imagen de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, al Santísimo Cristo de la Expiración en la calle Buitragos, a María Santísima de la Soledad en la Plaza del Comisario o a la Santísima Virgen de la Piedad en la calle Mesones, tan solo sonará, quedando un vacío en las almas de aquellos que comparten el arte de la música, un vacío que acaba para mi todos los Lunes Santos al término de la marcha en la Plaza Mayor, teniendo la certeza y la ilusión que vuelva a sonar Crucifixus al año siguiente.

Joaquín Caballero Segura

domingo, 16 de marzo de 2014

Santo Traslado (Miguel Pérez) - Calle Diego Tortosa

Santo Traslado - Calle Diego Tortosa. Por Toñi Cano y Francisca Cano

Un gran amigo nuestro, tanto de mi hermana Paquita como mío, nos ha pedido que colaborásemos con su blog, escribiendo sobre los sentimientos que unen una marcha de nuestra Semana Santa con una calle de Cieza.
Muchos os preguntaréis una cosa al leer el título, ¿dónde está la calle Diego Tortosa? Pues bien, Diego Tortosa es esa calle pequeña que va desde la iglesia de la Asunción hasta el Muro, donde está la casa-museo de la Virgen de Gracia y Esperanza.
Para entender la relación que tiene esa calle con esa marcha, tenemos que retroceder un poco en el tiempo, concretamente al año 2000. Esa es la primera Semana Santa en que mi hermana Paquita y yo tocamos juntas con la Banda de la Escuela Municipal de música de Cieza. Si hay algo que la música, y en especial esa Banda, ha hecho por nosotras, ha sido unirnos muchísimo, además de darnos la oportunidad de hacer amigos para toda la vida.
Pues comencemos con la historia. Quienes nos conozcan medianamente sabrán que mi hermana y yo no somos devotas, sino todo lo contrario, somos más bien guerreras. Además, esas personas seguramente habrán escuchado alguna historia sobre la persona que más ha influido en nuestras vidas, por su forma de ser, por sus ideales, por sus valores: la chacha Paca.
La chacha Paca era una tía abuela nuestra que vivía en la calle Diego Tortosa. En mi casa, todavía se recuerda como, cuando mi hermana Paquita era pequeña e iba a la Escuela de Música en la calle Empedrá, la chacha Paca la esperaba con una tortica de pan dormido y una chocolatina para que su Paquita merendase.
Desde que entramos en la banda y empezamos a desfilar en las procesiones, la chacha Paca nos ayudaba, en la medida en que le era posible, a arreglarnos para cada procesión. Su lema era: hay que ir de punta en blanco. Así que nos revisaba de arriba a abajo: corbata bien puesta, cuello de la camisa bien planchado, jersey sin una mínima arruga y sobre todo, el faldón bien metido por dentro. Pero no sólo la ropa, todavía recordamos como, con sus dedos torcidos de tanto trabajar y un trapo, le sacaba brillo al bombardino de mi hermana mientras decía su frase esa de “nena, el pito tienes que llevarlo limpio”.
¿Cómo le compensábamos? Partiéndonos la cara por conseguir algunas flores del trono con el que habíamos tocado y revisando al día siguiente la procesión en el Telered con ella.
Hasta que murió en septiembre de 2008, la Chacha Paca nos vio desfilar con muchas hermandades pero ella siempre tuvo la ilusión de vernos tocar con una: la del Santo Cristo. Por casualidades de la vida, en la Semana Santa de 2009 acompañamos a esa hermandad. ¡Lo que hubiera disfrutado viéndonos!
Sabiendo esto, os será más fácil comprender la relación de la marcha “Santo Traslado” y la calle Diego Tortosa.
Se nos pone la piel de gallina todavía de recordar el momento en el que Paco, el director de la banda, se gira y dice “poned Santo Traslado” por la calle El Barco. Cuando empezamos a tocar, y vamos llegando a la calle Diego Tortosa, se empieza a ver la ventana de la casa de la chacha Paca. Esa ventana que hace ochava por la que hemos mirado tantas veces cuando íbamos a ver a nuestros tíos. ¡Cuántos recuerdos se nos venían a la mente!
Al paso que marcaba la caja, llegamos a la altura de esa ventana. En ella, la incombustible prima Marujica, sobrina de la chacha Paca a la que quiso y cuidó como si fuera su propia madre, nos mira pasar visiblemente emocionada. Ahora ya es inevitable: se nos saltan las lágrimas.
Quizás no sean la marcha y la calle más bonitas del mundo, pero esa combinación no la vamos a olvidar jamás.
¡Ah! ¿Y qué hicimos cuando terminamos? Partirnos la cara como nunca lo habíamos hecho para conseguir una flor del trono del Santo Cristo.

Toñi Cano y Francisca Cano.



Mektub (Mariano San Miguel) - Calle San Sebastián

Mektub, por Francisco García Alcázar, director de la Banda Juvenil de la Escuela de Música de Cieza

Me pide mi tuba (en el sentido posesivo musical, por formar parte de la banda que dirijo) Pascual López, que escriba algo acerca de las percepciones sensoriales de espacio, tiempo, y también ¿por qué no?, meditativas que me pueden y de hecho me producen, el motivo sonoro de la interpretación de para mí, la obra musical de semana santa que más me ha influido musicalmente; MEKTUB.
En esa época de la primavera en que Cieza se transforma en un lugar para semanasanteros (creyentes o no), pero si amantes de esa cultura tradicional que sobre todo para los nacidos o criados aquí, la sentimos de forma especial, ya como andero, como capuruchos o penitentes, como espectador, etc. Y no digamos en mi caso como en el de Pascual, en la faceta musical activa.
Recuerdo ir de la mano de mi padre Manuel García un Miércoles Santo por la noche(no sé porqué recuerdo ese día en concreto) dirección a la iglesia de la Asunción, salíamos en la Banda Municipal acompañando a la Dolorosa (mira lo que es la vida, muchos años después fui el compositor de su marcha, La Dolorosa de Cieza) y no tengo claro porqué, la memoria a veces es así de selectiva, pues recuerdo de entre todas las marchas que tocábamos la de MEKTUB, siempre ella, esa OBRA, sí, con mayúsculas, rellenó los huecos del tuétano de mis huesos y de mi alma a aquella tierna edad (9 años) y dentro de mi quedó.
Expresar con palabras las sensaciones que me pueda producir escucharla o simplemente recordarla es tarea dificilísima, pero si puedo decir que en mi caso me transporta a lo que más se puede querer, que para mí son unos padres, mi madre “LA CLEMENTA”, arreglándome el uniforme para ir con mi padre en dirección a la salida de la procesión. Mi padre, Manuel García “EL LORITO”, llevándome de la mano como expresé antes. La espera de la salida de nuestro trono, y por fin el desfile. Marchas lentas, tristes a veces(la mayoría) cuando solo se hacían las más típicas de esta zona(luego llegaron otros estilos como el sevillano que lleva mucho mas ritmo, cosa que en mi opinión no es muy de nuestras costumbres musicales), pero por encima de todas, y sin menosprecio de ninguna, faltaría más, decía Don Vicente Almela (mi primer director de la Banda) "poned MEKTUB" y ahí estaba esa obra que a veces me ponía los pelos de punta, otras me hacia llorar, y otras me era imposible tocarla, pues mi boca se secaba.
Como experiencia total vivida por mí, ya que hablo de estas emociones, a la muerte de mi padre el 31 de mayo de 1988, cuando yo ya llevaba más de tres años como director de la Banda Municipal, se dio la circunstancia que durante unos años no pudimos tocar esta OBRA, pues era tal mi estado de percepción ante la pérdida de mi padre, que entre el llanto, mi hipertensión y muchas más emociones inexpresables, por sentir que mi padre ya no estaba(es más, estoy escribiendo con un nudo en la garganta y alguna humedad en mis ojos), que dejamos de tocarla, hasta que no sé quien de la Banda me dijo: “Paco, porqué no la pones en la calle San Sebastián, nos dejas solos, tú te vas por el callejón del lorito y te vas por el Sotanillo, por los Ejíos hacia la Esquina del Convento, y allí nos esperas y mientras la tocamos”. Y así se hizo hasta que el tiempo me volvió a dar la oportunidad de escucharla de nuevo delante de la Banda.
Podría escribir muchas más palabras tal vez inconexas, o repetitivas, pero creo que ha quedado claro porque esta obra es para mí la más importante dentro de La Semana Santa de Cieza, el porqué, el por quién, que sensaciones, sentimientos, y demás apreciaciones, que lugar es el que indicado para escucharla o tal vez, para esconderte para no escucharla por los sentimientos que te produce algo que te retrotrae a momentos llenos de intensidad vivida.
MEKTUB. LA OBRA.

Francisco García Alcázar.

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Callejuela de la O - Paseo/Plaza de España. Caridad del Gualdaquivir. (Paco Lola)

Callejuela de la O (Paco Lola) – Paseo y Plaza de España

Me parece “extremadamente alegre” para ser una marcha lenta. Siempre le digo a mis amigas (que les gusta bastante esta marcha) que Callejuela de la O es una marcha para tocar domingo de resurrección, porque cuando la escuchas dan “ganas de bailar”, de hecho, hay bastante charangas que la versionan de buena manera(Charanguera)…
Dejando de lado la posibilidad de tocarla domingo de resurrección, la veo ideal para viernes santo por la mañana, para las calles más amplias y con más aglomeración donde la banda y el trompeta solista se pueden lucir. El paseo y la plaza de España son para mí las zonas ideales donde interpretar Callejuela de la O. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, yo no la pondría ni jueves ni viernes por la noche, para esas procesiones hay marchas más "fúnebres".
Personalmente me gusta esta marcha muy muy andaluza de Paco Lola, aunque no es de mis favoritas.




Caridad del Guadalquivir (Paco Lola) – Jueves Santo. Entrada y Salida de la Virgen de Gracia y Esperanza

Caridad del Guadalquivir no es una de mis favoritas, pero sí que es una de las que más recuerdos y emociones me traen. Es una de las marchas que más gustan y la piden mucho desde hace unos pocos años. Es una marcha bonita pero se me hace un poco repetitiva siempre la misma melodía, le dan vida los matices (el juego de fuertes y pianos).
Los recuerdos que me trae son siempre con la hermandad de los hijos de María, sobretodo la entrada y salida de la virgen de gracia y esperanza. No la defino para una calle concreta ni tampoco para un día, quizá me pega poco con viernes por la noche.
Me trae bonitos recuerdos de acabar la procesión tocándola en la calle Diego Tortosa y con ésta repleta de gente. Tocar con tu banda, con la gente atenta y escuchando con respeto a la vez que el trono se mueve al ritmo de la música, es una de las cosas que más me gusta en semana santa, y con esta marcha estas emociones han llegado muchas veces. Yo soy de emoción fácil…





Por último quería añadir que ambas marchas de Paco Lola proceden de dos rumbas que él mismo compuso para su grupo Albahaca. Yo desconocía esto y me sorprendió mucho escucharlas, de ahí el ritmo sobretodo de Callejuela de la O, que a mi para nada me suena a una marcha lenta de semana santa. Dejo los enlaces por si las queréis escuchar.






Solemnidad (José Pérez Ballester) - Calle Cadenas/ Calle del Barco

Para mi la marcha Solemnidad es la calle cadenas o la calle El Barco. Para quien conoce la semana santa de Cieza y para quien participa de ella, quizá las dos ultimas calles del recorrido de noche sean donde las procesiones más se deslucen, hay menos magia, menos "perfección"..... Y no digo que no sea así, pero para mi es mucho más que eso. Para mi son las calles perfectas para relajarse un poco, descansar y disfrutar de esa "soledad", del poco público (muchos padres que van a recoger a sus hijos) que ven la procesión en estas calles y de porqué no, de la magia de estás últimas y tan vacías calles.
Solemnidad, marcha bastante conocida pero humilde(pocos anderos te piden que la toques), no es de las "famosas", pero que representa bien lo que es para mi el sentir de esta zona, marcha tranquila pero no muy triste, incluso con el final(para mi la parte más bonita)que me transmite alegría. Ideal para martes, miércoles y jueves por la noche, también para entrar a la calle Canovas del Castillo, para terminar el recorrido, y perfecta para entrar el paso (Odio entrar "los santos" con el himno nacional, en mi opinión queda horrible aunque sea a lo que estamos acostumbrados). Una marcha sencilla, no para una calle grande, pero que se merece el reconocimiento de una marcha bonita levantina(ahora que están tan de moda las andaluzas) típica de la semana santa ciezana, y tocada por casi todas las bandas que desfilan.





Esto no es ningún estudio, esto es una idea personal, lo que a mi me transmite esta marcha y estas calles. Me encantaría que quien lea esta entrada y le apetezca, escriba si está o no de acuerdo, o simplemente una opinión.


Biografía del compositor.


Saludos!!

El porqué de esta aventura….

El director de mi banda Francisco García Alcázar me "fue mostrando" donde interpretar cada marcha de semana santa, ya que año tras año repetíamos muchas marchas en las mismas calles, y yo que soy un enamorado de la semana santa de Cieza y de muchas marchas de semana santa, pues me he hecho un friki de esta "ciencia".
Ahora que llega este tiempo pre-semana santa, que muy probablemente sea el tiempo donde los semanasanteros más marchas escuchamos, la idea es describir donde interpretaría cada marcha, qué representan para mi, y porqué. La misión es actualizar y publicar entradas con frecuencia, la dificultad revoca en que no tengo tiempo real para invertirlo en esto, así que intentaré escribir lo máximo que pueda y me rodearé de buenos amig@s que quieran también describir situaciones propias, a ver que sucede.....


Un saludo!!