jueves, 27 de marzo de 2014

Entrada de El Santo Sepulcro/ In Nomine Domini (Antonio Salmerón Morote) - Calle Cartas

Entrada de El Santo Sepulcro/ In Nomine Domini (Antonio Salmerón Morote) - Calle Cartas Por Antonio José Contreras

Muy buenas a todos los lectores de este blog y en especial a los que ahora mismo leen este artículo. En primer lugar, reconocer la idea de Pascual, un lugar donde los semanasanteros puedan expresar sus sentimientos hacia su semana santa, la de Cieza, como bien sabéis todos, declarada de Interés Turístico Nacional hace bien poco, aunque para mi ese galardón o distinción, como se le quiera llamar, se queda más bien corto.
En esta ocasión, no voy a nombrar ninguna calle en concreto del recorrido, ya que este acontecimiento transcurre en la calle Cartas, excluida del recorrido oficial, excepto para la cofradía de la Oración en el Huerto y Santo Sepulcro, más conocida como “Los Dormis”. Esta tiene su Casa-Museo en esa calle, lugar donde guardan durante todo el año con cariño y devoción, sus pasos procesionales. La entrada de Jesús en Jerusalén, popularmente conocida como “La Burrica”, La Oración en el Huerto, uno de sus titulares, sin olvidarnos de La Caída, La Unción en Betania o El Ángel Triunfante, pero sin ninguna duda para mi, hay un paso que quizás, con el transcurrir de los años, está provocando una verdadera devoción por todo hermano “Dormis”, el Santo Sepulcro, o como yo, cariñosamente le llamo, “La cama”.

Aún recuerdo, las tradicionales remolachas de los tercios infantiles de nuestras cofradías y hermandades. En ese tiempo, ponernos la túnica de nuestra hermandad era síntoma de alegría por reencontrarnos con amigos, que por estudiar en otro colegio, vivir en otro barrio o incluso vivir en otra ciudad, solo te reencontrabas con ellos esa maravillosa semana de pasión. Las procesiones en este tercio, se vivían muy distintas, no había sufrimiento alguno y nuestro objetivo principal era repartir cuanto antes las bolsas de caramelos, que nuestras madres nos cargaban en la barriga, entre el público allí presente.

Ya desde muy pequeño, mi devoción por los Dormis ha sido muy fuerte, ya que he seguido los pasos de gran parte de mi familia. En especial, recuerdo las tardes de Miércoles Santo, donde empecé a dar mis primeros pasos como andero, claro, al ser un “enano” solo cabía la posibilidad de procesionar con el “Angelico”. Mi sueño era algún día llegar a sacar a hombros a los “santos grandes”.
Seguro que a más de un lector le está saliendo la típica sonrisa, al recordar los viejos y buenos tiempos.

Llegó el día de dar el paso al tercio de anderos. Perfectamente recuerdo ese día en el que me estrené, Domingo de Ramos de 2008. Ese día cambié la palma por la vara. Ese día mi vida cambió por completo.

Pasó la semana y mi hombro cada vez iba más dañado, pero no podía rendirme antes de llegar al día por excelencia de la semana santa ciezana: Viernes Santo.
Por primera vez iba a portar la obra cumbre de Manuel Juan Carrillo Marcos, imaginero ciezano que hizo de un simple Cristo yacente, custodiado por 4 ángeles, el verdadero porqué de ser un hermano "Dormis" y por supuesto de estar orgulloso de pertenecer a la mejor semana santa del mundo, la de Cieza.

Viernes Santo por la noche, procesión del Santo Entierro, 23:30, relevo del Rincón de los Pinos, la "Cama de Cristo" dobló la esquina y los nervios se apoderaron de mí. Me quedé impresionado ante la belleza de este paso y sobre todo del cariño con que lo llevan los anderos "dormis". La imagen del Cristo yacente y sus 4 ángeles se poso a mis pies. Era la hora de meterme por primera vez en ese trono. Desde el primer momento, sabía que ese día, mis compañeros de vara, entre los que se encontraban mi primo Rubén, mi padre, mi tío "Mancebo", el "Candelo", Juan “Nicolás”, el "Chalpuelo," y su hijo Alejandro, y del relevo en general, estaban muy raros. El respeto, la devoción y la admiración se iba trasladando de una vara a otra y "La Cama" flotaba sobre las calles del casco antiguo de Cieza al son de marchas fúnebres, que acongojaba aún más si cabe. Con el paso del recorrido este sentimiento iba en aumento hasta que llegó el momento. El cabo de vara, tocó la campana y la "Cama de Cristo" descansó ante la Basílica de La Asunción. Los más veteranos de mi vara me decían que había llegado el momento más especial de la semana para un "dormis". Esas palabras, me ponían más nervioso de lo que estaba. Sonó de nuevo la campana para enfilar la calle Cartas. Al doblar la esquina, con las luces apagadas del alumbrado público, solo se podía ver con las luces que portaban los ángeles custodios del trono y con los báculos de la hilera de nazarenos que nos acompañaban esa noche. El tambor de la banda de música dejó de tocar, y un tambor sordo lo relevó. El silencio era el protagonista en esa calle. En ese momento, solo se podía escuchar algún que otro crujido de alguna vara, el "arrastrar" de los pies de los anderos, tan típico en nuestra localidad y algún que otro suspiro más fuerte de lo común.

Al llegar al portón de la Casa-Museo de "Los Dormis", una voz rompió con el silencio de ese instante. Si, me era muy familiar, era Luis Carlos Roldán, hermano y andero de nuestra cofradía. Iba a orarle unas palabras al trono. Por primera vez lo iba a escuchar como andero y no como público o incluso como nazareno.

"Señor, el día ha sido largo, pero aún con cansancio hemos sacado fuerzas para llevarte esta noche. Es Viernes Santo, es una noche especial, a los "dormis" y a Cieza nos hierve la sangre de tu sufrimiento. Te entregaste por nosotros y no te dejaremos solo. Los que se fueron antes esta noche han estado aquí, con nosotros en la vara, y hablan de ti. Y hoy señor te dejamos aquí pero no estás solo. Al cerrar el portón, los dormis te llevaremos cerca cada noche del año, para pedirte fuerzas y poder alumbrar el nuevo caminar de cada día. No, señor, no estás solo, estamos nosotros como hermanos, estamos todos, esperando tu amparo y tu perdón y con la esperanza de tu resurrección. ¡Que suene el tambor!
La túnica morada nos hace sentir la penitencia, y señor haremos el bien como tú lo dices, hasta la feliz resurrección ¡Que suene el tambor!"

Al acabar esas palabras, mi rostro se convirtió en un verdadero río de lágrimas. Era una sensación difícil de explicar. La marcha In Nomine Domini comenzó a sonar y "La Cama" empezó a desaparecer poco a poco para que el portón se cerrara. Al cerrarse el portón y bajar cuidadosamente en brazos el trono, la tristeza inundó la cochera. Algún que otro nazareno y andero, no podían contenerse la emoción y rompían a llorar mientras se abrazaban unos a los otros. Un ritual que se me quedó marcado para siempre y por el que estoy haciendo el esfuerzo de escribir estas palabras, sin emocionarme de nuevo.

Quería terminar, dándole las gracias una vez más a Pascual, por darme esta oportunidad, sin olvidarme de las personas que han hecho posible que haya podido vivir este momento.

¡VIVA LA SEMANA SANTA DE CIEZA!

Antonio José Contreras

1 comentario:

  1. Es uno de los momentos mas bonitos del viernes santo. Me pone los bellos de punta.

    ResponderEliminar